Está situado en el municipio madrileño de Santorcaz. Es un importante asentamiento carpetano de finales de la Segunda Edad del Hierro sobre un cerro amesetado de unas 14 hectáreas de superficie.
El primer momento de esta ocupación carpetana está representado por un gran espacio abierto, rodeado de grandes apoyos de poste, junto con algunos restos de muros de escasa entidad. Probablemente el Llano de la Horca era entonces un pequeño enclave con muy poca población. Posteriormente se levantaron en el lugar una serie de habitaciones construidas con zócalos de piedra irregular trabadas con barro sobre los que se elevan paredes de adobe o tapial. Los suelos eran de tierra batida o arcilla mezclada con cal y endurecida por la acción del calor y el uso. Las cubiertas de estas habitaciones estarían hechas con ramas y pajas entretejidas colocadas sobre un armazón de vigas de madera. En un tercer momento la distribución urbanística se fue haciendo más compleja. Se delimitaron y configuraron los diferentes espacios del poblado, que ya presentaba un trazado urbano característico de las ciudades carpetanas.
En la zona más elevada del oppidum se abría una plaza o espacio central en el que confluían las calles, formando manzanas de grandes casas adosadas por su pared trasera. Algunas de estas calles tenían una anchura de 5 metros. Estaban empedradas con guijarros y algunas conservan incluso las marcas de las ruedas de los carros que transitaban por ellas.
Las casas tenían planta trapezoidal o rectangular y una superficie media comprendida entre los setenta y los cien metros cuadrados. Su interior se dividía en diferentes espacios en función de las distintas actividades que se realizaban en el ámbito doméstico: una primera estancia, que haría las veces de vestíbulo de entrada y cuya función era servir de taller o de lugar de transformación de materias primas; a continuación una segunda habitación más amplia, con un hogar central y en ocasiones pequeños hogares auxiliares, dónde a veces aparece un banco corrido adosado a una de las paredes, que sería el lugar donde transcurriría la vida cotidiana. Desde esta habitación se accede a una estancia trasera, que funcionaría a modo de almacén de herramientas o despensa. En la zona de la entrada se han documentado apoyos de postes, lo que parece indicar que el acceso a la vivienda se realizaba a través de un pequeño porche, en el que tendría lugar buena parte de la vida, con el fin de aprovechar la luz natural, que sería escasa en el interior de la vivienda. Los muros se construían con piedra y arcilla y los tejados, con madera y ramas. La separación interna se conseguía mediante tablas de madera o un entramado vegetal con barro. La ocupación pertenecía a un solo grupo familiar que solía incluir a tres generaciones: abuelos, padres e hijos.
El periodo final del asentamiento coincide con los únicos niveles de derrumbe documentados y coincidiendo en el tiempo con las Guerras Sertorianas (años 82 – 72 a.C.) que tuvieron lugar en el interior peninsular y que supusieron un cambio en la reorganización del territorio en toda la Península Ibérica. En ese momento se lleva a cabo en el Llano de la Horca una última remodelación de los espacios habitables, que se van reconvirtiendo en zonas de trabajo artesanal y de acopio de materiales. El poblado fue languideciendo a la vez que iba emergiendo la cercana ciudad de Complutum (Alcalá de Henares) hasta acabar definitivamente abandonado hacia el último tercio del siglo I a.C. |