El yacimiento ibérico de El Cigarralejo (siglos V a.C. y IV a.C.) se localiza en el término municipal de Mula (Murcia) en un cerro de flancos abruptos suavizados en la vertiente sudeste que desciende hacia el río Mula. Está delimitado en una de sus cara por un macizo rocoso llamado "Piedra pollerav que constituye una defensa natural del poblado. De forma paralela existe otro afloramiento rocoso donde se asienta el Santuario Ibérico. E yacimiento tiene una extensión de unas 2 hectáreas e incluye el Santuario, el poblado y la necrópolis.
El poblado se extiende en diferentes niveles de la ladera oriental, y combina muros con paramentos rupestres. Estuvo constituido por unas 40 o 50 casas (tal vez más, ya que no se ha excavado), y la población estimada sería de unos 250 habitantes.
El Santuario está en un edificio encajado en la cima. El edificio se adaptaba a la topografía y se pueden observar restos de muros y habitaciones, siendo bastante reconocible la planta del santuario. Los trabajos sacaron a la luz un edificio de planta rectangular, de unos 29 metros de largo por 12 de ancho, divididos por un eje axial que corta el santuario de este a oeste. Había un pasillo centro, de 1,5 metros de ancho que organizaba los espacios dentro del santuario. En el extremo opuesto a la entrada estaba la habitación sagrada. Además habría otros espacios que servirían como vestíbulo, vivienda o almacén. La habitación sagrada, o sancta sanctorum se ubica en el lugar más resguardado del santuario; de planta cuadrangular, y con unos muros cuyo grosor superaba los 80 cm, esta habitación fue el lugar donde se depositaban todos los exvotos. El autor describía pisos empedrados, pavimentos de cal con teselas y sillares con grapas, que en la actualidad no es posible ver. Al finalizar el uso del santuario, a finales del II a.C., en una de las esquinas de esta estancia se hizo un agujero en el que se enterraron todos los exvotos. Se encontraron 62 anillos de cobre o bronce, cinco sortijas, dos fíbulas, un regatón, una falcata votiva, de 17,5 cm, tres pesas de plomo, diez fusayolas, cuentas de collar y un conjunto de esculturas de arenisca, 17 figuras humanas y 160 exvotos que incluyen caballos, yeguas, potrillos y asnos, ricamente decorados, en los que es posible apreciar todos los detalles de su atalaje, con montura, riendas y brida, con paralelos en el conjunto escultórico de Cerrillo Blanco, en el caballo con jinete de Los Villares de Hoya de Gonzalo o en la cabeza de caballo de Fuente la Higuera.
La necrópolis está situada al nordeste del cerro, teniendo una extensión aproximada de 2.000 m². En ella se han localizado más de 500 tumbas de incineración de las que han sido publicadas 382. Dado la escasa extensión del terreno en el que se situó la necrópolis, con el paso del tiempo, y como sucede en otras necrópolis ibéricas, las tumbas se fueron superponiendo unas a otras, llegando en ocasiones a encontrarse una superposición de hasta ocho tumbas, aunque lo más frecuente en la Necrópolis del Cigarralejo fueron cuatro o cinco superposiciones. Su uso se inició probablemente a finales del siglo V a.C.; su época de mayor esplendor fueron los siglos IV y III a.C., comenzando a decaer durante el siglo II a.C. y perdurando hasta mediados del s. I a.C., período en el que prácticamente no se documentan enterramientos.
Las tumbas más antiguas, del siglo V a.C. y sus ajuares, reflejan una comunidad rica y próspera con cerámicas áticas de importación, cerámicas ibéricas con decoración de círculos y semicírculos entrelazados, semicírculos, sectores, "cabellos", "tejadillo", granadas y puñales, y algunas con representaciones figurativas (como la llamada «crátera del desfile militar» decorada con músicos y guerreros). También, algo más tardías, con estilo Elche-Archena, con espirales.Las formas son múltiples, imitando formas griegas, platos con círculos, sectores, y bonitas combinaciones, dolias reutilizadas como urnas, urnas con platos de tapadera, oinocoes, kalatos. Además, numerosos objetos de la vida cotidiana como plaquitas de hueso, fíbulas, objetos de bronce tipo brasero y sítulas, fusayolas, piezas de vidrio, textiles, amuletos de origen egipcio (muy similar al aparecido en la necrópolis de la Albufereta). El armamento es espectacular, con numerosas falcatas, espadas cortas, puñales, cascos, crestas, soliferreum y manillas de escudo. Objetos relacionados con la agricultura y la ganadería como tijeras de esquilado, hoces, podaderas, además de semillas (trigo, cebada, almendras, piñones...) .
También hay representaciones de carros, terracotas con representación de músicos con doble flauta, kores, y otros fragmentos. La riqueza de algunas de las tumbas como la 277 ha hecho que de interpreten como principescas. Se han recuperado, además, numerosos fragmentos arquitectónicos, de esculturas zoomorfas (leones, bóvidos, grifos, pájaros, serpientes y caballos) así como fragmentos antropomorfos que incluyen dos cabezas masculinas, tres cabezas femeninas, una dama estante, una dama sedente y otros. Algunas de estas piezas pertenecerían a monumentos turriformes y pilares, reutilizados en tumbas posteriores, de forma similar a lo ocurrido el Corral de Saus. Es de destacar la placa de plomo que contiene un texto en lengua ibérica escrito en alfabeto greco-ibérico (también utilizado en inscripciones ibéricas de la Isleta, La Serreta y Coímbra de Barranco Ancho), el texto contiene 207 signos con escritura en bustrofedon. |