El descubrimiento de este importante yacimiento arqueológico tuvo lugar en el año 2006 con motivo de unos trabajos de control arqueológico que se realizaron en aquel año en el conocido como Cerro del Castillo, una notable elevación del terreno a orillas del río donde estuvo el hoy desaparecido castillo del Lirio, derribado en 1813 tras la marcha de las tropas francesas de la entonces villa de Chiclana. El yacimiento ocupao un espacio de 4000 m² aproximadamente.
En este pequeño cerro se habían acumulado bastantes testimonios sobre su ocupación humana desde la Prehistoria reciente. Después fue poblado prehistórico del final del Bronce, fortificación fenicia, poblado púnico, barrio alfarero romano, castillo defensivo de Guzmán el Bueno, y posteriormente cementerio en la época moderna.
De la época fenicia se conserva en Chiclana restos de un importante asentamiento fortificado que data de finales del siglo VIII a VII a.C., junto al cual se pueden observar distintas construcciones tales como viviendas y almacenes, y utensilios y enseres de aquella época.
Hacia el siglo I a.C. este lugar fue ocupado también por los romanos. De esta época se han hallado y se conservan restos de algunas edificaciones que, según se deducen por sus características, debieron ser de cierta importancia. Así, han aparecido restos de calles empedradas y restos de alfares y de hornos para la cocción de piezas cerámicas: ánforas y otros recipientes.
También durante los siglos XI al XIII, ya de la era cristiana, existió aquí un poblado o alquería islámica, como puede comprobarse por los silos o contenedores de cereales que todavía oradan el terreno, además de los restos encontrados de una gran cantidad de recipientes cerámicos y otros utensilios que son propios de esta época.
Los elementos constructivos que se hallaron en una primera fase de las excavaciones fueron los siguientes:
1.- Una potente muralla de casernas formada por dos lienzos de muros paralelos, el exterior de mayor anchura que el interior, unidos cada cierto tramo por una serie de pequeños muros transversales o tirantes que sirven para dar mayor consistencia aún a la muralla. De ella se han exhumados unos 40 metros lineales aproximadamente, conservando 3,70 m de anchura y entre 40-50 cm. de altura. El muro exterior tiene una anchura de 1,80 m. Y el interior de 1 m; los muritos transversales miden 80 x 80 cm. Esta fortificación rodea todas las estancias halladas, lo que indica que el yacimiento se extendía desde la muralla excavada, por la cima del cerro y posiblemente por la ladera próxima al río Iro.
2.- Hacia el recinto interior de la muralla se localizaron una serie de espacios rectangulares pertenecientes a viviendas y recintos domésticos de mediano tamaño que en ocasiones se adosan a esta. Los muros están fabricados con pequeños mampuestos irregulares trabados con arcilla. Sobre las hiladas de dichos mampuestos se colocan a veces bloques de adobe de gran tamaño. Los pavimentos de estas habitaciones se conservan en gran medida. La mayoría están formados con nódulos de barro y cal, formando algo parecido al opus púnico, aunque también se fabrican con arcilla roja, y otras con pequeños cantos rodados. Los muros de las viviendas al igual que ocurre con la muralla se introducen por debajo de las calles contiguas. Algunos de estos muros conservan hasta casi un metro de altura y se observan habitaciones incluso con sus pavimentos en los perfiles de la excavación. Entre los objetos recuperados en el interior de las viviendas tenemos gran cantidad de fragmentos cerámicos que nos permiten conocer cómo eran los utensilios y las vajillas utilizadas.
Siglos después se asentaron los romanos. Fue entonces cuando se rellenó la gran pendiente natural del cerro con gran cantidad de restos cerámicos, sobre todo, ánforas, hasta crear una suave ladera. En el lugar se estableció un alfar utilizado para fabricar tapaderas o recipientes pequeños. |