El poblado corresponde a la edad del bronce (S. IV - III a.C.)y está situado en el cerro del Amarejo, al sur de Bonete. El cerro tiene forma de tronco de cono, con una altura de 50 metros sobre los terrenos circundantes de la zona y fácil acceso. De marcado carácter continental, destaca hoy la ausencia de masa arbórea, reducida a chaparras y retamas a favor de una agricultura cerealista de secano. Compuesto por habitaciones rectangulares y muros con zócalo pequeño de piedra sobre el que se superponen adobes. Está coronado por una meseta. Las laderas del cerro contienen una serie de terrazas horizontales que llegan hasta la base del cerro que parecen estar hechas artificialmente con el doble fin de situar las viviendas y como medio de fortificar y defender el poblado.
Existen restos de una habitación y un depósito votivo. Cerámicas decoradas ibéricas estilo Meca-Amarejo, vasos calados, cerámicas estampilladas, jarras, platos, vasos con decoración geométrica, recipientes de almacenamiento, timaterio y paloma. Se han identificado estructuras interpretadas como hornos de cervela, toneletes y ánforas.
En la terraza superior hay un pozo de unos 4 m de profundidad, excavado en la roca e interpretado como un depósito votivo del siglo IV-II a.. Su interior apareció relleno de adobes, cenizas, y numerosos objetos considerados ofrendas. Se especula que pudiera tratarse de una favissa, con predominio de elementos femeninos (fusayolas, agujas de coser, apliques de oro, etc.), incluyendo cintas de plomo escritas en escritura ibérica suroriental, posibles dedicatorias a una divinidad tal vez femenina. Es de destacar, entre los objetos metálicos, agujas y adornos de oro, una placa de latón (hallazgo muy raro), fíbulas y un broche de cinturón de plata, de 5,5 cm., con un guerrero ibérico y un caballo detrás del cual se adivina una palmera, que evoca imágenes iconográficas de monedas púnicas.
Se han identificado materiales de madera parcialmente calcinados, que corresponden a piezas torneadas de fina factura, una fusayola de madera, peines (lendreras) y restos de madera que tras ser analizadas han permitido la identificación de numerosas especies como sabina, pino, encina, cerezo, chopo, álamo, vid, fresno, madroño, alcornoque y boj, lo que pone de manifiesto una vegetación mucho más abundante que en la actualidad y un clima más húmedo.
También se han recuperado frutos y semillas como trigo, cebada, centeno, almendras, bellotas, uvas y ciruelas. Objetos de hueso como agujas decoradas y agujones de hueso y marfil, uno de ellos sin paralelos con su cuerpo superior extraordinariamente decorado.
Entre los restos animales se han identificado huesos de oveja, cabra, buey, caballo, perro, ciervo, gallina; animales marinos como tiburón y sepia, indicativo de las relaciones comerciales con la costa.
Entre los materiales cerámicos, vasos ornitomorfos, oinochoes con decoración estilo Jumilla-Amarejo, pesas de telar, fusayolas y cuentas de collar.
Las primeras excavaciones fueron realizadas en 1898 y 1899 por Pierre Paris. Entre la documentación encontrada durante la excavación del asentamiento destaca un aspecto: la práctica totalidad de objetos no cerámicos encontrados pertenecen al mundo femenino hasta el punto de llegar a la conclusión de la existencia en el Amarejo de un culto local a alguna divinidad femenina. |