Existe la posibilidad, todavía en estudio, que la villa romana de la Pineda formara parte de la Callípolis, una mítica « ciudad bella» cercana a Tarraco. Al margen de la ubicación de Callípolis, es un hecho contrastado que la villa Romana de La Pineda tiene un valor arqueógico e histórico en el conjunto de las Villas romanas del Camp de Tarragona (Ager Tarraconensis) y que cuenta con singularidades que la hacen única. El área que ocupaba la villa era de unos 10.000 m², y actualmente se encuentra en los terrenos de La Autoridad Portuaria de Tarragona. De las actuaciones sobre la villa se deduce un extenso asentamiento antrópico de más de 7 siglos de pervivencia, desde el S. I a.C. hasta el S. VII d.C., y que se ubicaba a menos de 300 metros de la actual línea de mar.
Se trataría de un núcleo rural costero que, con seguridad precisó de tareas previas de drenaje y acondicionamiento del terreno. Pese a la funcionalidad productiva que se presume a la villa, el elemento más destacable del yacimiento es su Conjunto Termal, cuya monumentalidad es más propia de unos baños públicos que de balnea privados. La calidad y tipología de estructuras arquitectónicas identificadas testimonian una propiedad importante en el periodo de máximo esplendor de la villa. Así lo demuestran la extensión del complejo termal o los espacios de almacenamiento.
La villa podría corresponderse a la de un propietario relevante de las élites de Tárraco. Una característica peculiar de esta villa es el por qué de un espacio de almacenamiento (Horreum) de las dimensiones tan grandes del encontrado. Se trata de un hecho anómalo en la arquitectura rural, aunque una hipótesis sería el emplazamiento costero de la villa.
La mayoría de las estancias se encuentran pavimentadas en opera signina decoradas con hileras de una tesela de mármol blanco. Las estancias comunicaban entre sí y estaban dispuestas en torno a un pasillo-distribuidor que bordeaba el hortus central. Hay documentada una cisterna de la que parece nacer la conducción que suministraba el agua a la piscina frigidaria; la capa freática es poco honda y permitía la obtención del agua del conjunto termal y por otra parte, el área rústica del asentamiento necesitaba igualmente agua potable. Destaca también la presencia de dos pozos de agua, varias balsas y la identificación de una amplia zona de almacenamiento.
En torno a finales del siglo II o inicios del III se produjo una alteración urbana del asentamiento a partir de la ampliación del conjunto termal y la modificación del área residencial. Destaca la construcción en el ángulo occidental del patio de un gran anexo termal de planta rectangular que comportó la reducción de la superficie del horto y la rotura de su pasillo perimetral. Junto a este añadido, los baños originales sufrieron el abandono de la piscina del caldario y pequeños cambios en el área frigidaria.
En la primera mitad del siglo IV se da un proceso de contracción física del asentamiento. Varias áreas periféricas son abandonadas y aprovechadas para instalar pequeñas áreas funerarias de cronología imprecisa por falta de excavación. Seguramente en ese momento el anexo termal fue transformado y adquirió una funcionalidad desconocida (por falta de pruebas arqueológicas); los indicios manifiestan la imposibilidad de conservar unos baños termales de magnitud e incluso podría haberse producido la interrupción de las prácticas termales.
Durante la segunda mitad del siglo IV o primera mitad del V se produjo una reducción, o reconstrucción, de los espacios termales de las fases anteriores. En el siglo VI se superponen, sobre las suspensurae levantadas en la fase previa, dos nuevos hipocaustos de los que sólo quedan las pilae y el propigneum. A diferencia de las fases termales anteriores, los nuevos recintos se caracterizan por la reutilización importante de material constructivo expoliado de obra antigua. |