Tiermes se enclava en el término municipal de Montejo de Tiermes (Soria), fue una ciudad celtíbera emplazada en los límites de la cabecera del valle del Duero, en la meseta superior, y del valle del Tajo. Fue un oppidum celtibérico y luego municipium romano (Termes). Fue aliada de Numancia durante las guerras celtibéricas.
Los primeros datos sobre población en la zona se pueden fechar en el Neolítico. Tiermes se comienza a ocupar en la Edad del Bronce (poblado de Carratiermes), continúa en la I y II Edad del Hierro y el mundo celtibérico (necrópolis de Carratiermes, oppidum de Termes).
En época romana Termes tenía la categoría de municipium, concedida posiblemente durante el reinado del emperador Tiberio, con grandes edificios públicos, dos foros, uno de época Julio-Claudia y otro de época Flavia, termas, un posible teatro, un acueducto y un desarrollo urbanístico adaptado a las características del emplazamiento de la ciudad sobre un farallón de arenisca rodeado de cortados, hoces fluviales y bosques.
La zona pervivió en época visigoda, en cuyo ámbito cronológico se ubican las tumbas visigodas del foro y restos decorativos de una posible basílica, hasta alcanzar el mundo medieval. Tiermes y su comarca son tierra fronteriza entre cristianos y musulmanes durante los siglos VIII al XI, sufriendo abandono. Tras la reconquista cristiana, pese a un intento inicial de recuperación de la antigua ciudad, desaparece absorbida por otros núcleos vecinos después de una ocupación continuada de más de 30 siglos.
A partir del fin del siglo VI a.C. se documenta el uso de la necrópolis de Carratiermes, a ochocientos metros del cerro de Tiermes, como cementerio de incineración de un grupo asentado en este territorio. Entre esta última fecha y el siglo IV a.C. Tiermes es un pequeño centro, regido por una aristocracia guerrera de base parentelar, que es la que hace uso funerario de la necrópolis, que domina el territorio del alto Tiermes-Caracena, en competencia con otros núcleos y grupos de la zona (Peñalba en Hoz de Abajo).
En el siglo II a.C. sabemos que la comunidad Termes constituye una ciudad estado del oriente meseteño, por lo que se está evaluando en qué época entre el fin del siglo IV a.C. y esta fecha podemos hablar ya de la existencia de esta nuevo tipo de organización. Pero el desarrollo autónomo de Termes chocaría con el avance imperialista romano en Hispania. La conquista de la península fue un largo proceso que duró dos siglos. Uno de los momentos más importantes fueron las guerras celtibéricas que culminaron con la incorporación de gran parte de la Celtiberia, hasta la zona media del Alto Duero, en el territorio provincial de Hispania tras la caída de Numantia en el 133 a.C. Durante esta etapa Termes sufrió el ataque romano del cónsul Quinto Pompeyo en 141 a.C.; este magistrado firmó un tratado con los termestinos en 139 a.C., junto con los numantinos, pero fue invalidado por el Senado de Roma (pues conllevaba acuerdos desventajosos), y prosiguieron unas hostilidades que no afectaron de forma directa a Termes.
Finalmente, a fines del siglo II a.C. Roma reinició el proceso de conquista en la Hispania Citerior más allá de Numantia; Termes caería en 98 a.C., tras el asalto del cónsul Tito Didio, quien obligó a sus habitantes a bajar al llano; hecho que, según los datos arqueológicos, debió ser solo temporal (uno o dos decenios). Desde ese momento Termes fue sometida a tributo (civitas stipendiaria), iniciando un lento proceso de latinización y romanización de la sociedad local. Los problemas estructurales provocados con la conquista y la desintegración del sistema de organización indígena promovió que Termes participara dos décadas después en la insurrección que algunas ciudades del interior hispano efectuaron contra el gobierno senatorial de la República Romana, al adherirse al bando de Sertorio, quien encabezaba el otro bando en la Guerra Sertoriana, enfrentamiento civil romano, desde la Península Ibérica.
Desde 70 a.C. en la ciudad se empezó a realizar una importante reordenación urbana, utilizando las tres terrazas del cerro, sobre todo la intermedia, donde, desde la construcción de un primer santuario a mediados del siglo I a.C., se ubicarían los edificios más importantes de la ciudad en el futuro.
Un siglo después, en época del emperador Tiberio (14-37 d.C.), las transformaciones habían sido tan importantes que el estado romano permitió a Termes la constitución de una entidad autónoma, el municipio de derecho latino, que garantizaba el funcionamiento del sistema imperial romano a escala local y promocionaba la concesión de la ciudadanía romana a los cives Termestini (ciudadanos termestinos), base de integración social en el estado.
La construcción de la muralla a fines del siglo III indica que la ciudad mantiene en esta etapa su carácter de centro organizativo local, que parece durar al menos hasta mediados del siglo IV. Pero desde tales fechas la existencia de Tiermes se difumina durante la Antigüedad Tardía y se conoce muy poco de lo acontecido en la ciudad durante los periodos visigodo e islámico.
Con la Reconquista cristiana vuelve a tenerse noticia de Tiermes, donde se construye una iglesia y un monasterio dedicado a Santa María de Tiermes, evolución medieval del nombre de Termes. |