LUGARES ARQUEOLÓGICOS EN ESPAÑA

TARRACO

Tarraco (Tarragona) fue una antigua ciudad romana. Durante el Imperio romano fue una de las principales ciudades de Hispania y capital de la provincia romana Hispania Citerior o Hispania Tarraconensis. El nombre completo de la ciudad era Colonia Iulia Urbs Triumphalis Tarraco.

El término municipal era poblado en tiempos prerromanos por iberos que tuvieron contacto comercial con los griegos y fenicios que se establecieron en la costa. Las colonias ibéricas estaban presentes particularmente en el valle del Ebro. En el término municipal de Tarragona hay hallazgos de colonia desde el siglo V a.C. Las fuentes que se refieren a la presencia de iberos en Tarraco son ambiguas. Tito Livio menciona una oppidum parvum (colonia pequeña) de nombre Cissis, Polibio nombra una polis llamada Kissa. Poco después de la llegada de Cneo Cornelio Escipión Calvo a Ampurias (Emporion) en 218 a.C. en las segunda guerra púnica, Tarraco es mencionada por primera vez. Livio escribe que los romanos conquistaron un campo de abastecimiento púnico para las tropas de Aníbal cerca de Cissis y que tomaron la ciudad. Poco tiempo más tarde los romanos fueron atacados "no lejos de Tarraco". Pero permanece impreciso si Cissis y Tarraco eran la misma ciudad.

En el año de 217 a.C. llegaron las fuerzas romanas a cargo de Escipión el Africano a Tarraco. Tarraco fue el alojamiento de invierno entre los años 211 y 210, y allí reunía Publio Cornelio a las tribus de Hispania en conventus. La población fue mayormente leal a los romanos durante la guerra.

La historia romana más temprana de Tarragona estuvo ligada a los Escipión, como ya expresó Plinio el Viejo: "Tarraco Scipionum opus", Tarraco fue obra de los Escipión como Cartago lo fue de los Punos.La conquista de la península ibérica por los romanos duró más de 200 años.

Durante los siguientes siglos Tarraco constituye una base de abastecimiento y residencia de invierno/ verano durante las guerras contra los celtíberos, igual que ocurrió durante la segunda guerra púnica. Por eso se supone una presencia militar en este periodo, posiblemente en el área más alta del actual casco antiguo. En 197 a.C., las regiones conquistadas, todavía estrechas bandas a lo largo de la costa de España, estaban repartidas entre las nuevas provincias de Hispania Citerior e Hispania Ulterior. La capital de Hispania Citerior era principalmente Cartago Nova. Sin embargo Estrabón dice que los gobernadores residían no sólo en Cartago Nova sino también en Tarraco.

No queda del todo claro el estatus legal de Tarraco. Estaba probablemente organizada como conventus civium Romanorum (convento = reunión de ciudadanos romanos de la provincia) durante la república, con dos magistri (directores civiles) en cabeza. Cayo Porcio Catón, cónsul del año 114 a.C., eligió Tarraco como lugar de su destierro en el año 108. Lo cual indica que Tarraco era una ciudad libre o tal vez aliada en aquel momento. De finales del siglo II a.C. data también la construcción del anfiteatro en las afueras de la ciudad.

Según Estrabón uno de los últimos combates había tenido lugar no lejos de Tarraco. Cuando Julio César batía a los partidarios de Cneo Pompeyo Magno en 49 a.C. en Ilerda (Lérida), Tarraco apoyó su ejército con alimentos. No está del todo claro si Tarraco recibió el estatus de colonia por parte de César o de Augusto, aunque la investigación actual suele asumir que fue el primero quien otorgó ese estatus después de su victoria en Munda.

En el año de 27 a.C. el emperador romano Augusto se dirigió a Hispania para vigilar las campañas en Cantabria. Sin embargo debido a su salud débil prefirió quedarse en Tarraco. Al parecer, Augusto hizo construir un altar en la ciudad, y una anécdota del retórico Quintiliano menciona que los habitantes de Tarraco se quejaron a Augusto de que una palmera había crecido en el altar, respondiendo él que eso significaría que no era usado muy a menudo.

Poco después convirtió la vieja Vía Hercúleaen la Vía Augusta. Un mojón, encontrado en Plaza de Toros, menciona esa carretera entre 12 y 6 a.C., que llevaba a Barcino por el nordeste y a Dertosa, Saguntum y (Valentia) por el sur.

La ciudad floreció bajo Augusto. Después de la muerte de Augusto en el año de 14 d.C., el emperador fue deificado oficialmente, y en 15 d.C. se erigió un templo que lo bendecía, probablemente en el barrio oriental o en la cercanía del foro de la colonia.

En el año 68 d.C. Galba, que residió ocho años en Tarraco, fue proclamado emperador en Clunia. Bajo Vespasiano comenzó una reorganización de las precarias finanzas del estado. Según Plinio esto permitió conceder la ciudadanía latina a los habitantes de Hispania. El territorio español, que desde la antigüedad consistía en zonas urbanas y un territorio dividido según la organización tribal, se transformó en áreas que se organizaron alrededor de los centros urbanos de todo, sea en colonias o en municipios, facilitando la recaudación de impuestos. Un rápido incremento de la construcción pudo ser causa de la reorganización de la provincia. Durante este periodo fueron probablemente construidos el anfiteatro, el área del templo y el foro provincial en la parte superior de la ciudad. Entre 70 y 180 d.C. la mayoría de las estatuas fueron colocadas en esos lugares.

Bajo el emperador Trajano fue nombrado patrón de la ciudad el senador Lucio Licinio Sura. Sura provenía de la Tarraconensis y alcanzó los más altos cargos del Estado. Probablemente, en el invierno de 122-123 d. C. Adriano visitó la ciudad y celebró en ella un conventus para Hispania. Además, se reconstruyó el templo de Augusto.

Con el final del siglo II comenzaron en Tarraco claras dificultades económicas. Se construyeron pocas estatuas en honor de la ciudad, probablemente debido a la falta de financiación. Este período vio también la derrota de la lucha contra el emperador Clodio Albino, entre cuyos partidarios estuvo el gobernador de la Tarraconensis Novio Lucio Rufo. Desaparecen las inscripciones dedicadas a las Provinciae Concilium y aparecen cada vez más inscripciones dedicadas al personal militar. En adelante hubo menos comerciantes influyentes en el ordo decurionum (administración civil) y más patroni (grandes terratenientes y altos funcionarios públicos). Severoreconstruyó el templo de Augusto (heliogábalo) en el anfiteatro, como demuestra una inscripción del fondo. En el año 259 fueron ejecutados en el anfiteatro de Tarraco el obispo Fructuoso y sus dos diáconos, en el marco de la persecución del cristianismo por el Imperio romano.

Tras las reformas de la administración imperial de Diocleciano, la península será una diócesis dividida en seis provincias que eran mucho más pequeñas que anteriormente. Tarraco siguió siendo capital, pero de una provincia mucho más pequeña. Los edificios destruidos durante la invasión de los francos fueron lentamente reconstruidos o sustituidos por otros nuevos. Entre Diocleciano y Maximiano (286 a 293) se construyó un pórtico de Júpiter que podría ser parte de una basílica.

En 476, tras la caída del Imperio romano, Tarraco fue ocupada por los visigodos y el rey Eurico. No existe evidencia de destrucción y al parecer la captura de la ciudad fue relativamente tranquila. Es probable que los visigodos se hicieran cargo de las estructuras existentes imponiendo una clase superior delegada. La existencia de tumbas cristianas en este periodo parecen confirmarlo. Continuó sin embargo la decadencia de la ciudad, con pérdida progresiva de población y actividad económica. En 585, Hermenegildo, hijo del rey Leovigildo, moría asesinado en Tarraco.

La ciudad de Tarraco fue conquistada por el ejército árabe-musulmán hacia 713 o 714 durante la invasión musulmana de la península ibérica, en circunstancias poco claras. La mayoría de los historiadores afirman que la ciudad fue destruida tras resistir un asedio de un mes pero por otra parte se sabe que el obispo de entonces, Próspero, huyó a Italia poco antes de la conquista y del duque no hay noticias, por lo cual es dudoso que quedase algún líder para organizar la defensa. En cualquier caso, incluso si no fue destruida físicamente, con seguridad Tarraco perdió tras la conquista casi toda la importancia administrativa y religiosa que le quedaba.