Numancia es el nombre de una desaparecida población celtíbera situada sobre el Cerro de la Muela, en Garray, en Castilla y León, a siete kilómetros al norte de la actual ciudad de Soria. La resistencia de sus habitantes al asedio realizado por las tropas de la República de Roma bajo las órdenes de Publio Cornelio Escipión Emiliano El Africano Menor en el año 133 a.C., que prefirieron suicidarse antes de rendirse a sus atacantes, ha pasado a la historia como ejemplo de resistencia, acuñándose en la expresión "resistencia numantina".
Los primeros asentamientos humanos en Numancia se establecieron en el III milenio a. C., cuando la zona era densamente boscosa y contaba con una fauna rica en ciervos, jabalíes, osos, lobos, liebres, conejos, caballos, etc. Los pastos eran ricos y en ellos se criaban cabras y ovejas, que eran la principal fuente de riqueza. Estos primeros asentamientos consistían en cabañas construidas con materiales perecederos, ya que en ellas habitaban pastores que realizaban movimientos estacionales con sus rebaños. La región tenía un clima muy duro, con fuertes heladas y nevadas abundantes, donde soplaba el cizicus o cierzo, un frío viento del norte.
Su primera ocupación data del Calcolítico o comienzos de la Edad del Bronce, (entre el 1.800 a.C. – 1.700 a.C.). Perduraría un asentamiento de la cultura castreña de la Edad del Hierro hasta el siglo IV a.C. La primera mención histórica de Numancia ocurre durante la expedición de Catón de 195 a.C. En el año 153 a.C. tiene lugar el primer conflicto grave con Roma, al socorrer a la población bella de Segeda (entre Mara y Belmonte de Gracián en Zaragoza). La coalición consiguió derrotar a un ejército de 30.000 hombres mandados por el cónsul Quinto Fulvio Nobilior.
Tras veinte años repeliendo los continuos e insistentes ataques romanos, en el año 134 a.C., el Senado romano confirió a Publio Cornelio Escipión Emiliano El Africano Menor la labor de destruir Numancia, a la que finalmente puso sitio, levantando un cerco de nueve kilómetros apoyado por torres, fosos, empalizadas, etc. Tras trece meses de hambruna y enfermedades, agotados sus víveres, los numantinos decidieron poner fin a su situación en el verano del año 133 a.C. Algunos de ellos se entregaron en condición de esclavos, mientras que la gran mayoría decidieron suicidarse. La ciudad fue repoblada, posiblemente con pueblos celtíberos vecinos, y sufrió nuevas destrucciones durante las Guerras Sertorianas. En el siglo III comienza su decadencia definitiva, y generalmente se considera que la ciudad dejó de ser ocupada en el siglo IV d.C., aunque nuevos hallazgos sugieren un asentamiento visigodo en el siglo VI d.C.
Empedradas con cantos rodados, las calles se orientaban en dirección este-oeste, excepto dos calles principales en dirección norte-sur. Todas estaban diseñadas de manera que pudiesen cortar el viento norte. Poseían una estructura entrecortada. En cada cruce, las calles continuaban en el mismo sentido pero un poco más a la izquierda o un poco más a la derecha, con el fin de que las esquinas de las casas cortasen el viento. Cuando llovía, los desagües de las casas vertían el agua y el lodo a la misma calle. La presencia del río Duero implicaba zonas encharcadas en el territorio.
Las casas se agrupaban en manzanas y se alineaban aquellas más cercanas a la muralla. Las casas, de unos 50 m², tenían tres habitaciones. Los primeros hogares célticos fueron de dos estancias, y con el tiempo se añadió la tercera, frente a la casa y con la puerta cerrada. En la habitación principal, los numantinos comían, dormían y amaban; empleaban otro cuarto como despensa y un tercero como vestíbulo y entrada.
Los hogares eran de piedra, aunque había elementos de madera, adobe, barro y paja; la techumbre quedaba constituida por trenzados de centeno. Los numantinos recubrían el suelo con tierra apisonada para caldear el ambiente. Las casas eran cálidas y acogedoras. Una muralla reforzada por varios torreones, con cuatro puertas de entrada y salida, defendía a sus habitantes, que podían vivir de modo permanente en un número de 2.000.
En cuanto a los alimentos, la carne se alternaba con los cereales, frutos secos y legumbres. También había vino con miel y la famosa cerveza llamada caelia, hecha de trigo fermentado.
Un elemento interesante era la presencia de corrales rectangulares, anejos a las casas. Era costumbre de los habitantes bañarse en su propia orina, pese a ser cuidadosos y limpios en su manera de vivir, según Diodoro Sículo y Estrabón. |