LUGARES ARQUEOLÓGICOS EN ESPAÑA

NECRÓPOLIS FENICIA DE VILLARICOS

La ciudad de Baria (Villaricos) fue fundada por los fenicios en el S.VII a.C., atraídos por la plata que ofrecía Sierra Almagrera, por sus tierras fértiles, sus abundantes recursos pesqueros y su buena situación estratégica. Siglos después se vio involucrada en la Segunda Guerra Púnica (209 a.C.) y fue sitiada y conquistada por Publio Cornelio Escipión, El Africano. Este hecho hizo que pasara a ser municipio romano. Su necrópolis, con más de 2.000 tumbas excavadas hasta el momento, muestra al público los hipogeos, tumbas familiares de personajes ricos excavadas en la roca.

El Enclave Arqueológico de Villaricos se localiza en el margen izquierdo de la desembocadura del río Almanzora y presenta una superficie de 301.638,63 m². Fue excavado a principios del siglo XX. El yacimiento destaca por su amplia secuencia cronológica, con unos orígenes que se remontan a la Edad del Cobre y un hábitat que perdura hasta época altomedival. Se conoce esencialmente como uno de los yacimientos clave en el estudio de la colonización fenicia en la Península Ibérica.

La Zona Arqueológica de Villaricos conforma un yacimiento muy complejo donde hay que distinguir diferentes núcleos de entre los que destaca: la antigua fundación fenicia y púnica ubicada en el sector noreste, que en la actualidad se halla, en parte, bajo el núcleo de Villaricos, y el área de necrópolis, al norte de los asentamientos fenicios y púnicos, que cuentan con una amplia extensión espacial y cronológica, dado que las tumbas más antiguas se remontan al siglo VI a.C., representadas por tumbas monumentales, hipogeas, excavadas en la roca, revestidas de muros de mampostería enlucidos y pintados, con un pasillo de acceso con o sin peldaños y puerta constituida por hojas de madera y protegidas por losas de piedra.

Tras la conquista de Roma y, en concreto, a partir del siglo I a.C., Baria experimenta una nueva expansión urbana, con un barrio extramuros destinado a la producción de salazones de pescado, almacenes y otras actividades productivas. Los estudios indican que estuvo en funcionamiento desde finales del siglo I a.C. hasta el siglo IV d.C. A partir del siglo III d.C. la población empieza a replegarse, hasta que se traslada a un cerro vecino, Cerro Montroy, perdurando dicho poblamiento hasta el siglo IX d.C.

El área de los hipogeos comparte espacio con vestigios de otro patrimonio de carácter industrial basado en la explotación minera del plomo y del hierro datado a mitad del siglo XIX. La clasificación tipológica de los conjuntos funerarios, atendiendo a su ritual, es:
Inhumaciones. La estructura básica para la inhumnación es una fosa rectangular excavada en el terreno, que puede ir variando según se añadan los distintos elementos.
Cremaciones. En el conjunto de los enterramientos que comparten este ritual se pueden señalar diferentes tipos presentando variantes según tengan o no un recipiente contenedor de los restos quemados. En el ritual utilizado, la cremación del difunto, se pueden distinguir dos variantes: en la primera que representa la mitad de las incineraciones estudiadas, los huesos quemados se depositan en el interior de un recipiente cerámico que lleva como tapadera una losa, un cuenco o un fragmento de pared de otro recipiente, por lo general un ánfora. En la segunda, los restos cremados se dejan directamente en el interior de la estructura funeraria. Por lo que respecta a los ajuares, los del primer grupo llaman la atención ante todo por su pobreza ya que más de la mitad de los enterramientos de esta variante sólo cuentan con la urna cineraria y su tapadera. La tipología de estas urnas corresponde a perfiles esféricos u ovoides, prácticos por su volumen y tamaño como contenedores. Se trata de piezas cuya morfología tiene una amplia perduración, lo que unido a su falta de cualquier tipo de decoración, impide precisar no sólo su cronología sino también su posible adscripción cultural, salvo en dos casos que se fecha entre el siglo IV y III a.C. Las cremaciones que cuentan con uno o varios elementos de ajuar, mantienen las urnas de perfiles similares a las del grupo anterior pero con una mayor variedad tipológica, destacando la aparición de jarras y una urna de orejetas perforadas con decoración pintada bícroma, mientras que entre los elementos de ajuar se documentan fusayolas. cuentas, anillos, pendientes y amuletos.
La cuestión de los rituales mixtos. A pesar de que se afirman la existencia de unas 77 tumbas con ritual mixto, de inhumación y cremación coetáneas, una profunda revisión de los datos permite, hoy por hoy, aclarar que muchas de ellas no se corresponden con tal clasificación. Sólo dos estructuras podrían mostrar este doble ritual.
Hipogeos. Mención aparte merece el grupo de los hipogeos o cámaras que constituye uno de los conjuntos más destacados de la necrópolis de Villaricos. Su situación en el plano revela una orientación muy diversa, condicionada por la estructura de la colina. Todos los hipogeos presentan un corredor de acceso descendente, con o sin escalones. En general están excavados en la roca al menos hasta cierta altura, pero casi siempre levantan paredes de mampostería con enlucido de yeso y pintura al interior. La superficie de las cámaras oscila entre los 10 y los 26 m² y las cubiertas debían ser abovedadas. Las puertas tenían estructura y hoja de madera, a veces reforzada con losas de piedra. Bancos, nichos en las paredes. poyetes y fosas en el suelo, etc. Prácticamente todos los hipogeos estaban ya destruidos o violados cuando se excavaron. Sin embargo, las profundidades relativas de los enterramientos permiten reconstruir la agregación de sepulturas, situándose las más antiguas directamente sobre el suelo de la cántara, y las más recientes a algunos centímetros sobre aquel. La mayor parte de los enterramientos son inhumaciones en ataúd de madera, que casi siempre constituyen los niveles de uso inicial. Están presentes también las inhumaciones sin ataúd, realizadas directamente sobre el suelo, o en fosas en el relleno. Las cremaciones son escasas.