La necrópolis de Son Real es un conjunto de construcciones funerarias a la orilla del mar, en la llamada punta dels Fenicis, utilizada desde la edad de hierro hasta la época romana. Se han identificado más de cien tumbas construidas con grandes sillares de piedra. Con éstos se formaban pequeños espacios de forma rectangular, circular o absidal cubiertos con losas de piedra, que emulan la tipología de los talayots y de las navetas y donde se depositaba el cadáver en posición fetal. El cementerio ocupa una área de unos 1.000 m², donde se han documentado alrededor de 130 tumbas y más de 400 entierros. Las sepulturas son acariciadas por el mar.
Desde el principio, se ha buscado sin resultados el poblado que daría origen a una necrópolis de esta envergadura. Pero una hipótesis sugiere que pudo tratarse de una necrópolis destinada a clases dominantes —ya que los esqueletos recuperados muestran escasas señales de trabajo duro— de una parte de la isla, que construirían aquí sus tumbas a imagen de monumentos de prestigio edificados en vida: talayots circulares o cuadrados, y santuarios.
Los primeros indicios de la necrópolis se remontan al siglo VII a.C., cuando la cultura talayótica llevaba varios siglos en marcha y se estaba difundiendo el uso del hierro. Lo que en un principio fue un cementerio para clases dominantes pudo evolucionar y continuar su utilización ya en tiempos romanos. Esta larga actividad se refleja en los cambios de rituales de enterramiento. Su último uso se produjo hacia el siglo II d.C., momento en que los entierros se hacen en sepulturas más modestas de planta rectangular, concentradas en el sector sudeste.
Casi todas las tumbas contienen inhumaciones, pero a lo largo de la última fase del Periodo Balear también se documentan restos de cremaciones, demostrando que a lo largo del tiempo se adoptaron varios ritos de entierro y se construyeron varios tipos de sepulturas.
En las sepulturas se depositaron, objetos de metal, hueso, vidrio o cerámica. Hay que destacar la presencia de armamento y de posibles instrumentos musicales, así como restos alimentarios de banquetes funerarios. Este hecho hace pensar que los rituales de entierro contribuían a vertebrar la comunidad de los vivos, conectándola con sus antepasados.
Debido a la singularidad de las tumbas, y de los objetos de valor que contenían hay que pensar que fueron destinadas a las élites locales. Dirigentes, que posiblemente pertenecían a la comunidad o comunidades cercanas al cementerio. En la zona podemos encontrar poblados de los periodos citados, tanto alrededor de las actuales casas de posesión de Son Real, como la entrada de Son Serra de Marina (Talayot de la Cova de sa Nineta).
Son Real fue sin duda un espacio especial, mágico, destinado a los escogidos, que generación tras generación estuvieran enterrados con la esperanza de iniciar una nueva vida más allá de lo que veían sus ojos, más allá de su mundo y del mar, ante la cual la necrópolis todavía resiste el paso del tiempo.
A escasos metros se localiza el islote llamado dels Porros, inaccesible para la visita, donde los arqueólogos han localizado otros enterramientos junto con restos de cerámica y pasta vítrea. |