Cerrillo Blanco es un túmulo de época tartésica (siglo VII a.C.) con 24 sepulcros individuales en fosa y 1 megalítico en el que fueron enterrados dos individuos. Hacia el s. V a.C., un grupo escultórico ibérico que fue destruido intencionadamente fue enterrado en fosas cubiertas con grandes losas. Tanto por el número de piezas (unos 1.400 fragmentos), como por su calidad artística, es la más importante de la escultura ibérica. Además existe una necrópolis ibérica superpuesta a la anterior de incineración (s. IV-II a.C.)
Cerrillo Blanco es una pequeña colina situada aproximadamente a 3 Km. al norte de la actual ciudad de Porcuna. La necrópolis estaría asociada a la antigua ciudad de Ipolka, capital de los túrdulos, y fue utilizada desde el siglo VII hasta el siglo II a.C. Después de la conquista romana la ciudad pasaría a llamarse Obulco, pero manteniendo durante más de un siglo su carácter ibero.
La necrópolis podría dividirse en tres partes: ✱ Fosa con grandes esculturas. ✱ Necrópolis de inhumación. ✱ Necrópolis de incineración con fosa crematoria.
Fosa con grandes esculturas. Al igual que en muchos otros casos, este yacimiento se descubre de forma casual. En los primeros años de la década de los setenta, unos campesinos dueños del olivar del yacimiento encuentran una cabeza de caballo y la dejan en el tronco de un olivo, no dándole mayor importancia y procurando que no se entere nadie por miedo de que les arranquen los olivos o les dificulten las labores agrícolas. Las esculturas de Cerrillo Blanco se pueden fechar hacia la segunda mitad del siglo V a.C. Son un grupo de más de 40 estatuas con evidentes signos de destrucción y mutilación intencionadas, y cientos de fragmentos, con novedosas aportaciones. Como quiera que no se hallara en las inmediaciones restos monumentales dignos de tales piezas, se cree que las esculturas fueron mutiladas en otra parte, quizá en su ubicación original, para luego ser trasladadas y enterradas en la necrópolis en una fosa alargada que fue cubierta con grandes losas de piedra. Esto ha permitido que su estado de conservación sea relativamente bueno, salvando los daños ocasionados por las mutilaciones originales. En cuanto a la procedencia de las esculturas se ha venido hablando de un heroon o monumento funerario, aunque algunos autores proponen otras interpretaciones, como por ejemplo que estuviesen ubicadas en un santuario o que decorasen una obra de carácter civil. Del conjunto de figuras parece diferenciarse un grupo de guerreros frente a otro grupo de figuras más heterogéneas. Dentro de los guerreros se distinguen ocho estatuas mayores que serían: ✱ Guerrero de la armadura doble. ✱ Guerrero inacabado con casco. ✱ Guerrero de la espada larga. ✱ Guerrero alanceado junto a jinete descabalgado. ✱ Guerrero caído con ave. ✱ Guerrero con caetra colgada al hombro. ✱ Guerrero asido por la muñeca. La abundancia del tema militar entre las esculturas hace suponer que la ciudad de Ipolka debió de tener un importante ejército. Los grupos escultóricos de los guerreros representan, casi todos, escenas relacionadas con luchas. Encontramos a hombres luchando con hombres, algunos malheridos; animales luchando con animales; hombres luchando con animales reales o con grifos y otros animales mitológicos. El otro conjunto de esculturas se puede subdividir en: ✱ Figuras humanas vestidas: varón con manípulo, dama con niño, diosa de la serpiente, dama sedente y personaje con dos cápridos. ✱ Figuras humanas desnudas: torso fálico, desnudo infantil y hombro con trenzas. ✱ Figuras en relieve: cazador de liebre con mastín, fragmento de pierna y pie con bota. ✱ Otros: cazador con perdices, cabeza con tocado, atleta luchando con grifo, animales aislados (toros, novillos, leonas, águila,…), etc. En cuanto a la causa de la mutilación de las esculturas, lo más probable es que esta se produjera como consecuencia de una revuelta interna. Por la fecha en la que se produjo, la destrucción podría ser una secuela tardía de la llamada crisis del ibérico antiguo: un momento de crisis y destrucciones que se comenzaron a identificar en el famoso Pozomoro, con una cronología entre el 520 y el 480 a.C. En este momento se localizan en varias zonas del mundo ibero destrucciones generalizadas de yacimientos que indican un cambio producido en todo el litoral mediterráneo. Todo parece indicar la sustitución de élites locales que algunos autores hacen consecuencia de la batalla de Alalia, batalla que enfrentó a fenicios y griegos por el control comercial del litoral mediterráneo. Sin embargo otros consideran difícil que los propios indígenas atentaran contra sus propios ídolos o divinidades. Otra causa que se baraja es que la destrucción se produjera como consecuencia de la irrupción de grupos extranjeros, para los cuales el marco de referencia mitológico sería diferente y por tanto pudieran atentar contra el conjunto escultórico sin pudor. Fueran quienes fueren los autores materiales de la destrucción, lo cierto es que hubo alguien que no llegó a despreciar totalmente el valor mitológico y religioso de las esculturas, como cabría suponer. Lo más lógico es que los fragmentos hubiesen sido abandonados o reutilizados como material de construcción en edificios próximos, pero después de la destrucción la comunidad (o algún grupo dentro de la misma) se tomó muchas molestias en acarrear los fragmentos de las esculturas hasta las inmediaciones de la necrópolis. Teniendo en cuenta que algunos fragmentos deben pesar varios cientos de kilos y que la necrópolis está situada en un punto bastante elevado, el esfuerzo empleado en el transporte tuvo que ser considerable. Y no sólo en el transporte, sino también en el enterramiento de las piezas que aparecieron protegidas con grandes losas de piedra, como si se tratara de un enterramiento humano.
Necrópolis de inhumación. Aparte de las esculturas encontradas en el Cerrillo Blanco, en la campaña arqueológica de 1978 salió a la luz un túmulo funerario de clara influencia tartésica fechado entre el siglo VII y principios del siglo VI a.C. La necrópolis consta de un total de 29 sepulturas en fosas individuales y una megalítica, cubiertas por agrupaciones de piedras de variado tamaño. Destaca la megalítica como enterramiento principal, formado por una cámara circular y suelo empedrado con losas de menor tamaño que las que revisten las paredes. La cubierta es sostenida por una pilastra en el centro de la sepultura. Dentro de la tumba aparecieron restos de dos individuos tendidos sobre el costado izquierdo. Ni en esta tumba ni en las otras 29 han aparecido ajuares propiamente dichos, aunque asociados a los restos humanos aparecen distintos objetos (broches de cinturón, fíbula, cuchillo de hierro, peine de marfil decorado, cuentas de collar, pinzas de depilar, etc.)
Necrópolis de incineración. En esta zona aparecieron numerosas urnas de cerámica en las cuales las cenizas y restos de los muertos eran depositadas, tras el rito de la cremación. Los iberos habrían conocido el rito de la cremación a través de los fenicios o bien a través de las gentes de la cultura de los campos de urnas. Mediante este rito se colocaba al difunto vestido sobre una pira que ardía más de 24 horas, tiempo durante el cual arrojan a la hoguera sus pertenencias más significativas. Luego depositaban sus restos en la tumba acompañados de ofrendas. En algunos casos se supone el consumo de vino por parte de la comitiva que acompaña a un difunto; la abundancia de copas griegas depositadas rotas y boca abajo junto a la tumba, puede indicar la costumbre de la libación en honor a los muertos más insignes. Después de la cremación las cenizas son introducidas en simples urnas cinerarias hechas en cerámica y que responden a varios tipos. Uno de los más comunes es la urna con forma de copa y tapadera, sin ningún tipo de decoración. Otro tipo presenta forma de caja con patas terminadas en garras de animal, y exhibe en la tapadera algún tipo de decoración animalística. Estas urnas son introducidas en fosos excavados en la tierra junto con un ajuar funerario entre el que se incluiría la falcata en el caso de que el incinerado fuese un aristócrata o un guerrero. La falcata era doblada hasta que la punta rozaba la empuñadura, y después se introducía en la urna, como la pertenencia más valiosa del difunto. Para tapar la fosa y señalizar el lugar de la tumba, se utilizaron túmulos de dimensiones muy variables. |