LUGARES ARQUEOLÓGICOS EN ESPAÑA

MAUSOLEO DE LOS ATILIOS

A unos 2 Km. Sádaba, en la carretera que lleva a Uncastillo, se encuentra el Mausoleo de los Atilios, también conocido como "Altar de los Moros", un monumento funerario romano del siglo II. Los monumentos funerarios constituyen los restos monumentales más importantes de la arquitectura romana en Aragón. Los lugares de enterramiento se situaban junto a las vías de comunicación para que pudiesen ser vistos a su paso por los lugares de circulación, ya que las leyes prohibían que los cuerpos o cenizas de los difuntos fuesen enterrados dentro de los límites de una población.

Las inscripciones que se conservan en este monumento lo relacionan directamente con la familia Atilia, oligarcas de la comarcas y de elevada clase social. Fue levantado por Atilia Festa y dedicado a sí misma, a su padre y a su abuelo.

Queda en pie uno de los paramentos exteriores del sepulcro-templo, probablemente la fachada principal. Ésta se apoya sobre un basamento realizado en opus caementicium y sobre él, cinco arcos de medio punto separados por pilastras decoradas con relieves vegetales. En el interior de los arcos cuelgan guirnaldas con emblemas funerarios como la cabeza de la Gorgona Medusa, con claro sentido apotropaico de defensa del sepulcro, o el águila que es símbolo de apoteosis. Todo está realizado en piedra arenisca y es posible que la decoración se inspirase en la utilizada en los sarcófagos.

Hay una diferencia de opiniones en cuanto a la cronología de la obra. Investigaciones recientes datan el mausoleo de finales del siglo I, bajo la dinastía Flavia, aunque la cronología más utilizada es la que lo sitúa en la primera mitad del siglo II, en época de los Antoninos.

El mausoleo se construyó en una región intensamente romanizada. Aunque en el siglo II a.C. la región fue conquistada por el ejército romano a la tribu celta de los suessetanos. Los romanos abandonaron la zona a favor de sus aliados, los vascones, aunque, por su importancia económica, enseguida pasaron a administrarlo directamente.

Las llanuras que se extendían desde Sádaba hasta Ejea de los Caballeros, la antigua Segia, eran muy aptas para la agricultura y fueron el centro de un área muy productiva de cereales. Fue así como apareció la familia de los Atilii o Atilios, una familia de la aristocracia rural romanizada, que hizo construir el mausoleo y que también se relaciona con otras obras llevadas a cabo. Tres generaciones de esta familia fueron enterradas en el mausoleo.

El carácter de este mausoleo, un edificio rico y bien adornado, evidencia su pertenencia a una familia pudiente de la zona. La familia de los Atilios debió ser una familia oligárquica de la zona, miembros de las elites municipales, probablemente, gracias a la posesión de un gran latifundio con explotación de cereal; seguramente ocuparon cargos en las magistraturas locales. Pertenecían a la tribu Quirina —una de las 35 tribus en las que estaban divididos los ciudadanos romanos—; en los municipios fundados por los flavios la tribu Quirina era preponderante; sin embargo en los municipios augústeos lo era la tribu Galeria. Las inscripciones del mausoleo serían testimonio de la transformación de Segia y Tarraca en municipios latinos en época de los emperadores flavios y se han tomado como referente para su datación, a finales del siglo I d.C., si bien la teoría más sostenida es que es un monumento de la primera mitad del siglo II d.C.

En cuanto al edificio en sí, se plantea que sería un recinto a cielo abierto con un altar en el centro bajo el cual estarían los cuerpos enterrados. De él se conserva la fachada principal con 9,20 metros de largo y una altura de 4,72 metros. Esta fachada se divide en cinco nichos o pseudos-hornacinas protegidas por arcos de medio punto con molduras y flanqueadas por pilastras decoradas. El entablamiento por encima de las pseudo-hornacinas sigue el orden jónico: arquitrabe con molduras de fasciae o tenias, y friso con tres inscripciones sobre tres de las hornacinas —central y laterales— y bajo tres tímpanos; en medio, una cornisa profusamente decorada. Esta fachada es una de las joyas ornamentales del arte funerario romano en la península Ibérica. La decoración alcanza a toda la fachada y a todos sus elementos constructivos, evitando la repetición la monotonía. Las pilastras se llenan de motivos vegetales: acanto, vid con pámpanos y racimos, hojas lanceoladas y frutos espigados; capiteles de las pilastras con hojas de acanto; en las hornacinas, pátera y ascia —hacha o azadón— como símbolo de lugar sagrado, Medusa —elemento helenístico vinculado con las fuerzas de la naturaleza y con el mundo de ultratumba— y un águila como símbolo de la apoteosis. Entre las pilastras, sobre los vanos de las hornacinas, cuelgan guirnaldas, unas de frutos y otras de laurel que simulan las ofrendas a los muertos, como referencia a la eterna primavera y a la felicitas temporum (la felicidad de los tiempos).