Las Médulas es un entorno paisajístico español formado por una antigua explotación minera de oro romana situado en las inmediaciones de la localidad homónima, en la provincia de León. Está considerada la mayor mina de oro a cielo abierto de todo el Imperio romano.
El trabajo de ingeniería realizado para la extracción del mineral supuso la alteración del medio ambiente pero dio como resultado un paisaje de arenas rojizas, cubierto en la actualidad parcialmente de vegetación de castaños y robles. Se considera un «paisaje cultural» y tiene la denominación de «Parque Cultural».
Las Médulas fue en su origen una explotación romana de oro a cielo abierto, aunque los pueblos indígenas prerromanos ya habían explotado el yacimiento, bateando los placeres fluviales. Seguramente los romanos empezaron a trabajar en la zona en la época del emperador Octavio Augusto, quien dirigió personalmente la mayor parte de las acciones que entre los años 26 y 19 a.C. conquistaron definitivamente los pueblos del norte de la península ibérica.
En el entorno que hoy conocemos como Las Médulas se daban una serie de circunstancias favorables para la extracción del oro: eran tierras de aluvión con polvo de oro; había abundante agua y la suficiente pendiente como para utilizarla como fuerza hidráulica; y existían suaves pendientes hacia el Sil para los desagües.
Este yacimiento fue explotado desde finales del siglo I a.C. hasta finales del siglo II; era un yacimiento enorme y tenía una altura considerable, debido al espesor del aluvión; los romanos recurrieron al agua para poder explotar el yacimiento.
El sistema utilizado era el llamado ruina montium. El agua de los riachuelos de montaña se canalizaba y embalsaba en la parte superior de la explotación; la montaña se horadaba con una cuidadosa red de galerías muy pendientes, soltando el agua a través de ellas. La fuerza del agua deshacía la montaña y arrastraba las tierras auríferas hasta los lavaderos. El sistema hidráulico de las Médulas es el más espectacular de los conocidos, por la cantidad de agua utilizada y la longitud y el gran número de ramificaciones de sus canales.
Para poder mover toda esa ingente cantidad de monte y poder eliminar la capa superficial, constituyeron ocho canales para traer el agua de los ríos Sil y Cabrera. Así a través de embalses, con compuertas y canales secundarios, iban poco a poco derrumbando el monte, lavándolo para obtener el preciado oro.
Una de las muchas captaciones se hacía desde la falda noreste del monte Teleno. A una altitud de 2000 metros se acumulaba la nieve que más tarde, ya convertida en agua, llegaba al río Cabo (afluente del Cabrera), que a su vez alimentaba los siete canales que, bordeando la montaña, llegaban a los estanques de la explotación. El desnivel obtenido en los canales no superaba el 0,5% por kilómetro; la anchura del canal era de 90 a 150 cm y la altura del agua transportada era de 10 a 20cm. La construcción de estos canales, que en algunos tramos discurren bajo la roca en forma de túnel, fue, con diferencia, la obra más difícil y costosa de la explotación. Posteriormente, el agua de los canales llegaba a unos depósitos construidos mediante el allanamiento y excavado del terreno. La tierra extraída se amontonaba alrededor, formando taludes. Estos depósitos disponían de compuertas para distribuir el agua.
Para la obtención del oro, utilizaban unos dos millones de metros cúbicos al año, así durante unos doscientos años que duró la explotación. Posiblemente sea la red hidráulica más grande del mundo romano, unos trescientos treinta kilómetros de canales llamados corrugios. Así llamados porque iban serpenteando las vertientes norte y sur de los montes Aquilianos para poder captar en agua de las cumbres de los ríos del Bierzo a unos cien kilómetros de distancia. Se calcula que se extrajeron de 5 a 7 toneladas de oro. La mano de obra necesaria era de 2.500 a 5.000 trabajadores, la mayoría astures, que obtenían por su duro trabajo, bienes y servicios; y esclavos africanos.
Para las mediciones topográficas utilizaban la dioptrae, taquímetro utilizado para calcular las distancias y sacar los niveles, ayudándose con el chorobates, una especie de regla cuadrada de madera de unos veinte pies (5.920 mm). Otras herramientas utilizadas eran la punterola, la batea y la lucerna.
La orografía les causo grandes problemas, tuvieron que excavar en la roca túneles para transportar el agua y también se vieron obligados a demoler rocas. Para demoler una roca, la calentaban quemando en su superficie grandes cantidades de brezo y a continuación derramaban encima agua mezclada con sal y vinagre, con lo que la roca estallaba y se iba desquebrajando.
El proceso de lavado, se realizaba en el llano, excavaban zanjas en el suelo, por las que discurría el agua y en intervalos las cubrían con urces o brezo; los laterales de las zanjas estaban cubiertos con tablas y si el terreno lo requería utilizaban canales aéreos. El agua dejaba en los filtros vegetales la mena de oro. El proceso finalizaba secando y quemando el brezo, cuyas cenizas se lavaban sobre un cauce de césped herboso para que se depositara el oro.
Por el proceso de extracción empleado dio lugar a diversos canales, que eran empleados para la evacuación de estériles, sobre todo cuando la extracción se realizada en cotas superiores. |