Este lugar en realidad lo componen dos yacimientos. El más antiguo es la ciudad fenicia, sobre la que se superpone una rábita islámica. Ambos yacimientos se han conservado óptimamente al ser cubiertos por el avance de las dunas, ahora fijadas por la repoblación forestal.
El asentamiento fenicio se emplazó hacia mediados del siglo VIII a.C. sobre lo que entonces era una península en la orilla derecha de la desembocadura del río Segura. Es el único yacimiento de esta cultura en toda la Comunidad Valenciana. Es sumamente destacable por la escasez de yacimientos fenicios que se han conservado en la Península Ibérica. El único comparable son las excavaciones de La Torre de Doña Blanca (Cádiz).
El grueso lienzo de muralla, aún no excavado en su totalidad, es la mejor estructura defensiva conservada perteneciente a esta cultura que se ha encontrado en todo el Mediterráneo Occidental. La muralla conserva cuatro metros de altura y tiene un grosor de otros cuatro metros. Recorriendo el yacimiento podemos apreciar otros muchos tramos de muralla, no excavada en su totalidad, pero que nos permiten hacernos una idea del importante tamaño de la ciudad protohistórica. Teniendo en cuenta que la rábita se hizo con piedras de la ciudad fenicia, la altura de la muralla pudo llegar a los 10 metros. Sobre el ancho zócalo de piedra hoy conservado se levantarían varios metros con tapial o adobes. Toda la obra estaba enlucida con una espesa capa de barro de color anaranjado.
Junto a la muralla también se han excavado restos de viviendas con zócalos de mampostería y alzado de adobes. En estas estancias se han encontrado hornos y moldes de fundición, y abundante material metalúrgico, muestra de la importancia que tuvo esta industria para la ciudad. Aunque el trabajo en cobre era el más significativo, está documentado el trabajo en hierro y plata, siendo una de las primeras manifestaciones de estas industrias en el levante español. La búsqueda y comercio de metales fue la causa fundamental de la creación de colonias fenicias en Occidente.
En el yacimiento se encontraron ingentes cantidades de material arqueológico, lo que indica la importancia numérica de la población y de las transacciones comerciales que alcanzaban todo el Mediterráneo, lo que prueba la diversa procedencia de la cerámica, llegada desde Cádiz, Málaga, Cartago, Grecia y otros centros del mediterráneo oriental. De la enorme riqueza de los materiales encontrados da fe uno de los conjuntos de cerámica griega arcaica más importantes de la Península Ibérica. También se halló abundante cerámica fenicia de la que podemos contemplar muestras en el museo arqueológico de Guardamar. A cambio de productos de procedencia oriental, como orfebrería, exvotos religiosos, cerámica de lujo, productos metalúrgicos, etc., los fenicios obtenían minerales (bronce, hierro, etc.) y productos agrícolas, como aceite y vino con los que luego comerciaban por todo el Mediterráneo.
Esta gran ciudadela con al menos diez hectáreas de extensión y una población estimada entre 2.000 y 4.000 personas, se convirtió en aquel entonces en un verdadero emporio que ejerció su influencia sobre las comunidades indígenas del Bajo Segura, lo que hace situar a la Fonteta como uno de los más importantes focos que llevaron a evolucionar a estos pueblos hacia la cultura íbera, resultado de la fusión de las tradiciones del Bronce con las influencias orientalizantes.
Por otra parte, los restos islámicos de la rábita, de los siglos X –XII d.C. también son de gran importancia dentro de la arqueología medieval de la Comunidad Valenciana. Están sobre la ciudad fenicia que aún no se ha excavado. Era un emplazamiento militar y religioso que tendría que ver mucho con el control y vigilancia de la zona. (Ver Rábita Califal en la edad media)
En la zona del castillo de Guardamar se encontraba un santuario ibérico que probablemente se remonte a los tiempos de La Fonteta. De hecho parece ser que aquí se rendía culto a la diosa oriental Astarté, constatado por los exvotos que se encontraron. |