La ermita de San Cornelio o de la Cueva está partida en dos niveles superpuestos que se incrustan en nichos de pudinga; al inferior, más reducido, se accede por una escalinata que a través de un arco deja pasar la senda al puerto; en este cuerpo, en el que no cabe una persona de pie, se aprecia todavía el depósito de los restos de San Cornelio y de su séquito, así como la huella de la reja que lo protegía.
Al cuerpo superior, más amplio, se accede por una acrobática senda que parte de la general que sube al Puerto; básicamente se trata de una cornisa aislada por el vacío, de base trapezoidal en cuyo ensanchamiento se eleva un muro que cierra el extraplomo delimitando el templo; este lienzo alberga dos huecos de campanas, tres diminutos vanos abocinados, y una imposta corrida. El recinto, de 20 x 25 m. de superficie, tiene altar sobre plinto, banco corrido adosado a la roca y en la entrada huellas de haber existido otro piso sobre maderos a modo de coro. El ingreso en la cornisa se hace a través de una puerta de tejadillo y un pasillo ruinoso que muere en la entrada del templo con puerta de medio punto cuya clave lleva decorada en bajorrelieve una cruz. Dicha cueva posee claros vestigios de eremitismo, como son dos nichos excavados en la pudinga, así como fragmentos de cerámica hecha a torno lento y que aparecen al efectuar pequeñas catas.
Se tiene constancia de las edificaciones desde el siglo VIII. |