El dolmen de Viera es un sepulcro de corredor (vinculado a la tradición atlántica) construido con ortostatos y cobijas. El corredor está compuesto de piedras laterales —ocho ortostatos a la derecha y siete a la izquierda— finalizando con una piedra labrada con un hueco que hace de puerta. Mide 1,20 m. de ancho y 1,85 m. de altura con una longitud de 21 m. El grosor de las piedras va desde los 20 cms a los 50cms. La cámara mortuoria es cúbica, de planta cuadrada, formada por grandes losas encajadas entre sí. Mide 1,80 m. de lado y 2,10 m. de altura.
Actualmente ha sido restaurado, corrigiendo el deterioro de la estructura, reparando las fracturas de las losas superiores, instalando un drenaje para la evacuación de aguas pluviales y remodelando el acceso al túmulo. Algunos ortostatos del tramo norte exterior del corredor de Viera aparecen decorados por oquedades o "cazoletas" muy típicas del arte esquemático; en el interior se aprecian restos de pintura rojiza. La estructura del dolmen se cubre con un túmulo de 50 m de diámetro, como el dolmen de Menga. Se conseva en condiciones muy aceptables manteniendo cuatro de las piedras de cubrimiento o cobijas.
Construido en el 3.510 – 3.020 a.C. aprox. (Neolítico), aunque su datación es problematica ya que fue, como casi todos, expoliado antes de su descubrimiento científico y no se encontraron elementos suficientes para determinar una fecha más ajustada. Fue descubierto en 1.903 por los hermanos José y Antonio Viera Fuentes quienes lo llamaron inicialmente la Cueva Chica, en contraposición a la cueva de Menga, de mayores dimensiones; posteriormente el arqueólogo Manuel Gómez-Moreno Martínez la denominará dolmen de Viera en honor a estos hermanos.
Es el prototipo de dolmen de la península ibérica, orientado al amanecer del sol en los equinoccios de primavera y otoño, de modo que la luz del sol entra estos días hasta el fondo de la cámara. De este modo, queda marcado en piedra el centro de los recorridos extremos del sol entre los solsticios de verano e invierno, apareciendo las cuatro estaciones, tan importantes para las comunidades agrícolas del Neolítico de las tierras de Antequera, constructoras de estos megalitos. |