LUGARES ARQUEOLÓGICOS EN ESPAÑA

DOLMEN DE MENGA

El Dolmen de Menga se levantó hace unos seis mil años. Es un enorme sepulcro de galería en el que ya se intuye un corredor de acceso delimitado por diez enormes losas, cinco a cada lado, aunque en origen posiblemente fueron siete por lateral, que desemboca en la cámara sepulcral propiamente dicha, formada a su vez por dos paredes de siete monolitos cada una y uno en la cabecera. Todo ello está cubierto con cinco losas sujetas por tres pilares de base cuadrada.

Se trata de un sepulcro de corredor conforme a la tradición atlántica de dolmen de galería cubierta. Está construido con grandes piedras verticales (ortostatos) y horizontales (cobijas). Sus dimensiones son colosales teniendo en cuenta que la longitud total del conjunto alcanza los 27,5 metros, que la cámara del fondo tiene 3’5 m de altura y 6 m de anchura, lo que supone que la última cobija llega a pesar unas 180 toneladas y la presencia de pilares intermedios, un recurso constructivo muy raro en el megalitismo europeo. Otra singularidad que no encuentra referentes en Europa es la presencia de un pozo profundo y estrecho en el fondo de la cámara. Presenta en el primer ortostato del corredor una serie de grabados antropomorfos en forma de cruz así como de estrella. La estructura del dolmen se cubre con un túmulo de 50 m de diámetro, como el dolmen de Viera.

Construido en el 3.750 – 3.650 a.C. aprox. (Neolítico), la primera referencia al dolmen de Menga aparece en una licencia del Obispo de Málaga en 1.530, autorizando la construcción de un pequeño lugar de oración en una finca próxima a este bien. A lo largo de los siglos XVII y XVIII se menciona en numerosas publicaciones de carácter histórico–artístico aunque no es hasta 1.847 cuando se redacta la primera monografía científica al respecto, la Memoria sobre el templo druida hallado en las cercanías de la ciudad de Antequera, provincia de Málaga. Las intervenciones de conservación y musealización in situ que se han venido realizando desde mediados del siglo XX no han modificado su estructura ni imagen, por lo que se mantiene auténtico en su integridad.

Su valor universal excepcional estriba en su monumentalidad y su orientación anómala a la Peña de los Enamorados. Esta singularidad es detectada por el arqueoastrónomo Michael Hoskin tras medir más de dos mil dólmenes por el Mediterráneo. Su eje se interseca con la peña en un abrigo con pinturas rupestres, el abrigo de Matacabras. Junto al tholos de El Romeral, constituye un ejemplo único de monumentalización paisajística por el que los hitos naturales se perciben como monumentos y las construcciones se presentan bajo la apariencia de paisajes naturales.