Cavidad situada en la base de un cantil sobre el cauce del Nansa, con buenas condiciones para el hábitat. Dispone de boca grande, de más de 5 m de altura por 7 m de anchura, orientada a Poniente. Tras la boca, continua por una galería recta de 30 m de longitud, que a partir de 3,7 m de la entrada, sube en fuerte rampa hasta los 15 m, para, ya cerca del fondo descender bruscamente hasta el final de la cavidad. A la izquierda de la boca se abre una galería estrecha y baja que tras un brusco cambio de sentido, desemboca en otra boca mediana colgada en la pared. Esta galería tiene un desarrollo de 14,5 m.
La mayor parte del yacimiento ha desaparecido, siendo esta alteración especialmente visible en la parte final de la cueva, cuya rampa es en realidad los restos de una antigua calicata. En varios puntos de la cavidad se conservan pequeños testigos adheridos a la pared, con niveles fértiles; que en el caso de los localizados al fondo, alcanzan los 3 m de potencia. Según se deduce de los materiales hallados se propone una ocupación Musteriense y una segunda utilización Magdaleniense.
En la galería de la izquierda, a unos 6 m de la segunda boca, y aproximadamente a 0,60 m del suelo, se aprecia una mancha rectangular de color rojo oscuro, de posible origen antrópico.
La cueva fue reconocida en el año 1907 por H. Alcalde del Río. En los cincuenta hallaron materiales del Magdaleniense, dentro del Paleolítico Superior, entre los que destacaba un fragmento de costilla con una cabeza de ciervo grabada, hoy desaparecido, y utensilios de hueso. |