LUGARES ARQUEOLÓGICOS EN ESPAÑA

CUEVA DE CHUFIN

La cueva del Moro Chufín se localiza en un paraje de singular belleza del valle del río Nansa. A pesar de que el entorno está modificado por la construcción del embalse de La Palombera, su situación en una zona de acantilado, la densa vegetación arbórea y la presencia constante de agua hacen que la visita se convierta en un continuo disfrute.

Su espacioso vestíbulo ha sido testigo de importantes ocupaciones humanas acontecidas hace unos 15.500 a.C. e incluso en momentos anteriores. Desde la boca de la cueva hubo de tenerse una percepción privilegiada del valle, lo que la convierte en un excelente cazadero.

Además, en este espacio los moradores prehistóricos grabaron figuras sobre la roca. Numerosas ciervas, un bisonte, algún posible pez y diversos signos realizados, todos ellos, en surco ancho y profundo, consecuencia de la técnica de abrasión, aparecen concentrados principalmente en un panel bajo el cual una pequeña abertura da acceso al interior de la cavidad.

Tras recorrer un espacio de techo bajo, se accede a una amplia sala en cuya parte final se encuentra un lago artificial, consecuencia del embalse. A pesar de ello, la cavidad continúa. Es en esa sala donde se localizan, a uno y otro lado, las representaciones artísticas más llamativas.

Por su intenso color destacan las composiciones rojas realizadas a base de puntuaciones, algunas de las cuales han sido interpretadas como representaciones genitales. En ese mismo color se pueden observar caballos, un uro, diversas puntuaciones a veces organizadas en series, una figura femenina y un ciervo.

El interior alberga, además, numerosos grabados realizados tanto mediante incisión más o menos fina y abrasión. El bestiario animal está compuesto de bisontes, caballos, bóvidos, ciervo, cáprido y al menos una figura antropomorfa, además de una posible zancuda.

La zona del vestíbulo albergó al menos tres ocupaciones humanas. Las dos más antiguas son problemáticas de caracterizar. La más intensa y mejor documentada corresponde a un momento del Solutrense superior que ha sido fechado en 17.420±200 a.C. y de la que destacan las puntas laurel, de muesca y de base cóncava, asociadas a raspadores, buriles y hojitas de dorso, además de objetos óseos como azagayas, espátulas y dientes caninos perforados.

La realización de las figuras parece responder a más de una fase temporal. Los grabados del vestíbulo, y algunos de la parte interior, así como las figuras rojas, parece viable datarlos en un momento previo al Magdaleniense, hace más de 16.000 a.C., si bien no es posible determinar el grado de sincronía o diacronía entre todas ellas. Por el contrario, el resto de grabados interiores, por lo general de surco más fino y con detalles anatómicos, se asignan a un momento posterior, en torno al 11.500 a.C.

Es razonable hablar de tres fases. Las dos primeras corresponderían genéricamente, y con seguridad, a una fase anterior al Magdaleniense. En este periodo deben integrarse los grabados de surco profundo y ancho situados en la zona de vestíbulo, y las pinturas rojas, tanto los zoomorfos como los signos. Para los primeros, los datos disponibles abogan por un trazado durante un momento medio o final del Gravetiense (hace unos 23.000 años a.C.) o incluso en un periodo inicial del Solutrense (en torno a 18.000 años a.C.); así parecen indicarlo las dataciones disponibles de la cueva de Venta Laperra (Vizcaya).

La técnica, temática y localización espacial características de estas figuras también se documentan en otros yacimientos de la región cantábrica: así, y además de Venta Laperra, aparecen en Hornos de la Peña, La Lluera I, La Lluera II, Los Torneiros, Santo Adriano y La Viña, entre otros. Pero a pesar de que tradicionalmente se vinculan a áreas de exterior iluminadas, los bisontes pintados de la zona interior de Chufín recuerdan formal y estilísticamente al que se grabó en el exterior, así como a otros de otras cavidades.

El otro conjunto pre-magdaleniense corresponde a las figuras rojas. Para los motivos animales, trazados mediante línea de contorno, sin detalles anatómicos interiores y cierto grado de desproporción, existen un mayor número de incertidumbres, si bien los escasos datos permiten aventurar que fueron realizados en un momento previo a la grabación de las figuras exteriores. Aunque no se puede asegurar, la realización de los signos realizados mediante puntos debe corresponder a la misma fase, considerando cuanto menos una sincronía relativa, que las figuras rojas. No se puede precisar mucho, pero la ejecución debe corresponder a uno momento correspondiente al lapso Auriñaciense – Gravetiense, es decir, entre 35.000 y 19.000 años a.C.

Por último, algunos de los grabados del interior, como por ejemplo las figuras de caballo, permiten suponer la existencia de una tercera y última fase de decoración de la cavidad, siendo así la fase menos intensa, a tenor del número de figuras hoy conocidas. A pesar de que se ha apuntado un trazado en una fase pre-magdaleniense muy avanzado para el momento de ejecución, el detalle de la crin, así como la composición general de las figuras, permiten señalar la posibilidad de que fueran realizadas en un momento antiguo del Magdaleniense.