El enclave arqueológico se localiza tanto en el Teso de la Mora como en el colindante cerroEl Castro, situado inmediatamente al noreste. Aparecen restos en la zona superior y en las laderas. Los materiales se concentran en varios puntos, reflejando a su vez cronologías diferenciadas. En la ladera sur del Teso predominan los restos de época romana, tanto cerámicos como constructivos, destacando dos cisternas romanas de gran tamaño; la extensión que ocupan es de unas 2 Ha. Más antiguos, y con una mayor presencia resultan los materiales de la I y II Edad del Hierro, que se distribuyen por todo el área (11 Ha.); hay una mayor presencia en el cerro, así como en el lateral noroeste del Teso, lugar donde se han depositado materiales, procedentes del enclave.

Destacan dos cisternas de gran tamaño situadas en el Teso de la Mora fechadas entre finales del siglo I a.C. y principios del siglo I que probablemente sirvieron para abastecer a una pequeña guarnición del ejército romano apostado en las inmediaciones. Estos dos aljibes de época romana, que permitían almacenar el agua de origen pluvial, tienen una capacidad de 400.000 m³, con unas medidas de 7 por 11 metros, son de planta rectangular y están coronados por una bóveda de cañón. De la construcción se ha conservado todo menos las cubiertas. Son singulares y excepcionales en la Península. Desde su descubrimiento ha sido un referente en todas las publicaciones y estudios relacionados con la hidráulica en la época romana.

Las excavaciones arqueológicas llevadas a cabo en 2006 y 2007 pudieron confirmar que la primera ocupación del Teso se remonta a la Primera Edad del Hierro, es decir, existe un poblado previo a la construcción de los aljibes, y la construcción de las cisternas coincidiría con el final de las guerras cántabras, dejando de estar ocupado el lugar a partir del siglo I.

Adicionalmente se han encontrado numerosos restos de poblaciones de la Edad de Hierro.