LUGARES ARQUEOLÓGICOS EN ESPAÑA

CASTRO DE YECLA DE YELTES

El castro de Yecla de Yeltes, «Lugar viejo» (también conocido con el topónimo de El Castillo), construido en el 500 a.C. por los vetones rodeando la población de una muralla que continuó en uso en época romana. También hay referencias de época visigoda, ya que se han localizado restos de enterramientos y algunas piezas escritas de este momento. En el s. XII se menciona Ecla en un documento por lo que cabe suponer que en este momento el castro estaba deshabitado, habiéndose trasladado la población a la localidad que constituye hoy la población de Yecla de Yeltes.

El castro destaca por su amplitud cronológica, sus epígrafes romanos y sobre todo por las insculturas rupestres aparecidas en rocas cercanas al castro, en algunos sillares de la muralla y en un grupo de rocas situadas intramuros. El castro se sitúa en el sector Central del término, a unos 1.000 m. al Sur del casco urbano, en un cerro amesetado o espigón fluvial limitado por dos arroyos, el del Pozo Hoyuelo al Oeste y el de Grande por el Este. Ambos son afluentes del río Huebra que discurre por el Sur. Este emplazamiento defensivo se completa con varios elementos artificiales como son una muralla que rodea todo su perímetro, adaptada a la topografía y de forma triangular que comprende una superficie de unas 5 hectáreas. En ella se abrieron tres puertas una principal al Norte y dos secundarias a Este y Sur. La muralla fue reforzada en los puntos más expugnables con barreras de piedras hincadas. En su interior parece reconocerse un cierto urbanismo tal como se aprecia en la existencia de dos callejas que parten de las cercanías de la ermita y finalizan en el paramento Sur.

Las murallas: La puerta principal se ubica al Norte, y es la de mayores dimensiones con 9 m. de longitud y 5 m. de anchura. Tipológicamente corresponde a una incurvación del paramento hacia el interior, en forma de embudo, consiguiendo una elevada eficacia defensiva al crear un área fácilmente controlable a través del tiro cruzado. En el sector Este hay una puerta secundaria, de menores dimensiones con un acceso al interior menos directo y a través de un callejón. También se documentan dos portillos de pequeña entidad permitiendo apenas el paso de una persona y su construcción se han realizado a través de un pequeño encajamiento en el paramento hacia el interior. En el Sur la puerta tiene una morfología de embudo simple de escasas dimensiones. Su acceso al interior se realiza a través de una de las callejas principales que comunican directamente con la ermita La muralla se realizó en mampostería a seco sin argamasa, de piedra de granito sin labrar de tamaño irregular. Se asienta directamente sobre la roca, sin cimentación, colocando las piedras de mayor tamaño en la base. El muro se estructura en dos paramentos uno exterior y otro interior, ambos dispuestos en talud —para conseguir una mayor estabilidad e impedir el derrumbe de la estructura— y entre ellos un relleno de piedra de menor tamaño. Su altura es de unos 4 m. y el grosor entre 4-6 m. que se amplía hasta los 14 m. en las proximidades de la puerta. Su longitud alcanza casi los 1.000 m. Las piedras hincadas se disponen enhiestas en el suelo y dispuestas presentando los ángulos más cortantes y puntiagudos al exterior. Se colocan en las zonas más desprotegidas, delante de la muralla, llegando a cubrir varias decenas de metros de longitud. Se centran en las inmediaciones de la puerta Norte y otro sector en el paramento occidental. Su función fue impedir el ataque de la caballería.

El poblado: Toda la superficie intramuros del castro es habitable, aunque son pocos los datos que conocemos sobre el poblamiento. Es segura la existencia de una calle que uniría la puerta Norte con la Sur por donde se bajaba a los fértiles campos de cultivo de la vega del Huebra. La única casa excavada presenta cimientos de piedra que apoyaban sobre la roca natural.

Las insculturas: Son uno de los elementos más característicos del yacimiento y un conjunto único dentro de los castros de la meseta. Las insculturas yeclenses se localizan en las rocas más o menos cercanas al castro, en algunos sillares de la muralla y en un grupo de rocas situadas intramuros. A grandes rasgos destacan las representaciones de caballos muy esquemáticos y siempre respondiendo a un tipo más o menos parecido en el que se marca únicamente el contorno del animal mediante un trazo continuo que le une incluso las extremidades dos a dos. También se han grabado otros équidos como los asnos y los jabalíes, un gato, dos cánidos, un mustélido, y una serpiente. La figura humana es escasa, documentándose tres jinetes, uno de ellos armado con lanza. Completan el panorama una serie de motivos tales como un laberinto, espirales, cazoletas cruces, reticulados, un idoliforme y diversos signos de difícil identificación. Desde el punto de vista técnico todos los grabados presentan sección transversal en U, perfectamente relacionados con los petroglifos gallegos. Su datación podría ser la del Hierro II, aunque se desconoce si todos ellos son coetáneos o si se han ido haciendo a lo largo de los siglos. Lo único seguro es que son posteriores al levantamiento de la muralla ya que sus sillares no les afectan en ningún caso.

Las necrópolis y la epigrafía: Un poblado de tanta vigencia cultural como este castro debió tener varias necrópolis que corresponderían a las diversas etapas culturales documentadas. La necrópolis del Hierro II, de incineración, podría hallarse a unos 500 m. de la muralla, saliendo por la puerta Norte, aunque no ha podido ser corroborada. Son abundantes las estelas funerarias asociadas a la necrópolis altoimperial del castro. La necrópolis podría haberse ubicado en el pago de La Verdera, un pequeño altozano ubicado a unos 1.000 m. al Norte del asentamiento, y con toda probabilidad está destruida. De ella proceden la mayor parte de los restos epigráficos del yacimiento y concretamente un conjunto de dieciocho estelas. La necrópolis tardorromana se conoce in situ junto al lienzo septentrional de la muralla. La necrópolis visigoda se situaría en las inmediaciones de la Ermita de Santiago. Ambas estaban una al lado de otra y las formaban lajas de piedras hincadas que limitaban espacios rectangulares con el fondo de pizarras. Todas estaban vacías excepto una que deparó el hallazgo de una fusayola. En la propia ermita y durante las reformas llevadas a cabo en 1968 se hallaron dos enterramientos orientados hacia el Este rodeados de lajas de piedra y que contenían sendos esqueletos cada uno de los cuales tenía un jarro al lado de la cabeza. Este hecho lleva a pensar que la fábrica de la ermita es herencia de una antigua iglesia que sería uno de los vestigios más antiguos de un edificio cristiano Altomedieval es otro foco que se ubica entre la ermita de Santiago y el castro. De ahí proceden dos estelas romanas que fueron reutilizadas para formar parte de las paredes de una sepultura en cuyo interior aparecieron varios clavos. La excavación deparó dos enterramientos orientados al Este pero vacíos. Eran tumbas de lajas de granito.

Datos tomados de M. Lerín Sanz.