LUGARES ARQUEOLÓGICOS EN ESPAÑA

CASTRO DE SAN ISIDRO

El castro de San Isidro se localiza sobre la línea de cumbres que señala la divisoria administrativa entre los municipios de Pesoz y San Martín de Oscos, a unos 600 metros de altitud. No es ésta la única singularidad que ofrece pues posee un tipo de fortificación excepcional en la región: las piedras hincadas, también denominadas Caballos de Frisia. A ellas hacen referencia algunas obras de finales del siglo XVIII en las que se menciona la existencia de "un antiguo fuerte defendido por piedras puntiagudas". Sin embargo, a pesar de su temprano conocimiento, el castro tan sólo fue excavado en años recientes y sobre áreas muy limitadas (1986 y 1987).

La ruinas se extiende sobre una superficie ligeramente inferior a 1 Ha, de la cual, buena parte está ocupada por las fortificaciones. El visitante podrá observar en su aproximación al cerro la sucesión de fosos que rodean el acceso al recinto. Sobre los parapetos intermedios se disponen las "piedras hincadas", sucesivas líneas de losas de pizarra verticales interpuestas, muy eficaces para dificultar el paso al enemigo. Tras ellos se alza una monumental muralla (1), de 3 metros de anchura, cuyo trazado permite realizar un recorrido completo al recinto. En las zonas excavadas puede observarse la profundidad original de los fosos y origen de los parapetos (2), el paseo de ronda interior de la muralla (3) o alguna de las construcciones descubiertas en el interior del recinto (4)

La fundación del castro parece estar relacionada con el establecimiento de unidades militares y el control de las minas de oro que Roma explotó durante los siglos I y II de la Era. A muy poca distancia, en el vecino pueblo de Arruñada (San Martín de Oscos) puede visitarse un magnífico conjunto minero en el que, además del monumental tajo abierto en la montaña, se conservan el depósito y canal de abastecimiento a la explotación.

El recinto fortificado de San Isidro tal vez no sea ni el más extenso ni el más prolífero en cuanto a materiales se refiere, pero su técnica constructiva y su más que posible utilización en la época del auge minero le convierten en un enclave especial. Las diferentes interpretaciones de su hábitat han dado un giro de 180° desde su uso meramente indígena (un castro como tal) a su más que probable utilización por parte del ejército romano.

Los campos de piedras hincadas o "caballo de Frisia" son un tipo de estructuras defensivas muy típicas de la Protohistoria en Europa que consiste en clavar numerosas piedras con punta para dificultar el acceso de caballos o tropas hacia las murallas de un recinto. De este modo, cualquier guerrero tanto a pie como a caballo podrían lastimarse al intentar rebasarlas, incluso mermaría su movilidad mientras tanto y así se les podría atacar desde lo alto de la muralla. Curiosamente es una técnica defensiva ha sido utilizada durante siglos del mismo modo e incluso evolucionando hasta nuestros días. Por ejemplo, existen obras de finales del siglo XVIII donde se hace referencia directa a "un antiguo fuerte defendido por piedras puntiagudas", incluso las conocidas anticarro (erizos checos), que conocemos de la batalla de Normandia, son una evolución moderna de este tipo de defensa.