LUGARES ARQUEOLÓGICOS EN ESPAÑA

CASTRO DE MONTE CILDÁ

El Castro de Monte Cildá se localiza en una meseta rocosa que destaca notablemente sobre el entorno. Situada junto a la localidad de Olleros de Pisuerga, al norte de la provincia de Palencia, en la que se han localizado restos de poblamientos cántabros, romanos y visigodos. No hay constancia, hasta el momento, que nos permita afirmar, como señalan algunos investigadores, que se trata de la ciudad de Vellica, ciudad cántabra citada por Ptolomeo, datándose los hallazgos más antiguos en el siglo I d.C.

El monte Cildá es una montaña con una altitud máxima de 975 msnm, que en toda la parte E está bordeada por el río Pisuerga, que forma en esta zona el Cañón de la Horadada. Esta privilegiada situación defensiva puede ser uno de los factores que explican la ocupación de este enclave desde la temprana romanidad. De este período se han detectado, a modo de ejemplo, diversos materiales arqueológicos y una cabaña circular de piedra en cuyo centro hay una oquedad cuadrada. Pero, sin duda, las estructuras murales más interesantes halladas corresponden al siglo V, época en la que se fecha la muralla defensiva de algo más de dos metros de ancha y descubierta en casi un centenar de metros, se conserva el paramento externo, con una altura que en algunos puntos sobrepasa el metro y medio. Aparte del lienzo de muralla se han identificado seis torres cuadrangulares y una posible puerta. También, formando seguramente parte del complejo defensivo, hay una serie de estructuras junto al paramento interno que han sido interpretadas como parte del camino de ronda.

Las primeras prospecciones en este oppidum fueron llevadas a cabo en 1891 y se hallaron una treintena de estelas funerarias del s. III. Posteriormente, y desde 1963, fueron descubiertas las murallas defensivas y hallados multitud de objetos que atestiguaban la presencia ininterrumpida de asentamientos en la zona.

El principal hallazgo arqueológico fue la primera tésera cántabra conocida, una Tésera de hospitalidad. Se encontraba en buen estado y tenía una inscripción en celta.

Cildá fue habitado por los cántabros desde el siglo I a.C. cuando el Imperio romano comenzó su asalto definitivo a los territorios dominados por cántabros y astures, llevado a cabo en persona por el emperador César Augusto, las denominadas guerras cántabras. Tras desalojar a los cántabros del enclave, los romanos fortificaron fuertemente la zona, para aprovechar su alto valor estratégico. Algunos autores afirman que fue convertida en acrópolis. Esta fortificación fue reforzada hasta tres veces, empleándose no sólo restos de antiguos edificios sino también lápidas sepulcrales, la última vez fue en el s. V, utilizándose piedra de sillería para protegerse de las invasiones bárbaras a la península ibérica, y en 574 Leovigildo, rey de los visigodos, conquistó la Cantabria romana. Cildá pasó a ser habitada entonces por los visigodos que la abandonaron tras el derrumbamiento del Estado visigodo.

En 754, la zona fue tomada por los musulmanes, lo que obligó a huir a la población, pero estos no utilizaron el asentamiento, recuperado durante la Reconquista, y que ya no volvería a ser habitado.