LUGARES ARQUEOLÓGICOS EN ESPAÑA

CASTRO DE TROÑA

El castro de Troña es un poblado castreño situado en el municipio gallego de Puenteareas. Está situado a una altitud aproximada de 280 m, en un monte conocido como Doce Nome de Xesús. El recinto del castro tiene forma elíptica u oval, presentando amplias terrazas en su pendiente oeste y un ancho foso excavado en la roca por el naciente. Los restos datan del siglo I a.C., pero posiblemente estuvo habitado muchos siglos antes; sin embargo, los restos de las edificaciones conservadas datan de poco más de seiscientos años a.C., debido al comienzo del uso de la piedra como material de construcción en esta época. Como muchos de los asentamientos castrexos de Galicia, el Castro de Troña tuvo su esplendor hacia los siglos I a.C. y II d.C. La llegada de los romanos hace que este castro sea despoblado en busca de otras tierras más próximas al río Tea, donde el alimento se hace más fácil y más abundante.

El sistema defensivo cuenta con un foso excavado en la roca base del monte que aísla el enclave castreño de los montes más altos que él, dos murallas y dos parapetos. De la primera muralla cabe señalar que cierra totalmente la acrópolis y que posee un torreón hacia Naciente, a la vez que varios muros de contención; en su zona más ancha esta muralla mide unos 3 metros y su altura alcanza los 2,10 metros. La segunda muralla que envuelve la terraza se inicia en el Norte, su grosor alcanza los 1,50 metros y en altura rebasa los 2 metros. En cuanto a los parapetos, estos están formados por piedras y tierra, miden unos 6 metros de longitud y 3 metros de alto y se sitúan hacia el Noroeste.

En las laderas del montículo podremos apreciar los restos de numerosos castros, algunos excavados y otros medio ocultos por la tierra y la vegetación. La mayoría de ellos tienen planta circular y en otros podremos observar el vestíbulo que distinguían a las diferentes clases sociales. También veremos de planta cuadrada y rectangular propias de los poblamientos romanizados. Los pobladores indígenas no hacían esquinas en sus viviendas, debido a la creencia de que en ellas permanecían escondidos los espíritus malignos. La planta circular evitaba estas y además hacía que el espacio habitable fuera igual en todo el habitáculo, al no contar con esquinas muertas.

El poblado resalta por su marcado urbanismo, como podemos observar por los restos de muros de contención, canalizaciones, escaleras, murallas y aljibes para almacenar el grano proveniente de los numerosos molinos encontrados en el lugar.