En el monte de Santa Tegra se encuentra uno de los yacimientos arqueológicos más importantes del noroeste peninsular. Situado a 341 metros de altura, llegó a acoger a unas 5.000 personas durante su época de mayor esplendor, allá por el siglo I a.C., y era uno de los más grandes del noroeste peninsular.

Es un gran poblado amurallado cuyos orígenes se remontan a la Edad de Bronce, en él se pueden ver vestigios que hunden sus raíces en la noche de los tiempos, como diversos petroglifos, el Castro de Santa Tegra data del periodo castreño tardío o también castreño II, datado entre los siglos II a.C. y II d.C., en este castro se empiezan a notar las influencias de la cultura romana, que acabaría por absorber (siempre en relativo) toda la Península Ibérica. Su situación en la ladera del monte con una gran pendiente le aporta un carácter defensivo natural, además este castro contaba con una muralla. Las viviendas son de tipo circular (típicas de la cultura castreña) aunque existe alguna con forma ovalada y otras con forma rectangular. Las casas tienen un solo habitáculo, algunas cuentan con porche exterior y horno, además cuentan con pocas ventanas y el techo es de ramaje vegetal, actualmente se pueden ver varias reconstrucciones de ellas. La separación entre distintas casas es pequeña, existiendo diversas callejas y algún espacio público.