LUGARES ARQUEOLÓGICOS EN ESPAÑA

BILBILIS

Por Manuel Martín-Bueno y J. Carlos Sáenz Preciado


La vinculación del MVNICIPIVM AVGVSTA BILBILIS con la actual Calatayud es correcta con matices, ya que el despoblado bilbilitano se encuentra a orillas del río Jalón, aguas abajo de la actual Calatayud, a unos cinco kilómetros de distancia por la carretera de Calatayud a Soria. A sus pies se levanta Huérmeda, barrio pedáneo de Calatayud, algunas de cuyas casas se construyeron con piedra procedente de Bilbilis.

Bilbilis se ubica en la zona crítica del límite de fosilización terciaria. Se trata de un terreno paleozoico pizarroso formado por materiales que se exfolian fácilmente, situado en el extremo de la fosa de Calatayud caracterizada por la presencia de formaciones de calizas, margas y yesos. En la comarca aparecen esporádicamente algunos conglomerados oligocenos, siendo el color rojizo que presenta el terreno una consecuencia de los óxidos férreos que acompañan a las pizarras.

El emplazamiento de la ciudad es singular, al dominarse desde las cumbres de Bámbola un amplio territorium al presentar una elevación media de unos 200 m. sobre el nivel del río Jalón, encontrándose casi completamente rodeado por dos de los ríos, el ya mencionado Jalón, sin el que Bilbilis no sería la misma, y el río Ribota en su confluencia con el anterior, precisamente a los pies de la ciudad por su lado norte.

Desde lejos la ciudad debió tener un aspecto imponente y a la vez pintoresco, encaramándose en la ladera de Bámbola, con sus tres cumbres, la propia Bámbola (709 m.), San Paterno (701 m.), en recuerdo del obispo bilbilitano, y Santa Bárbara (629 m.) en la que también existió una ermita instalada en los criptopórticos de la fachada sur del foro, que pervivió hasta comienzos de este siglo, aunque ya como un corral.

La ciudad ocupaba aproximadamente una extensión de 30 hectáreas, correspondiendo por lo tanto con una ciudad de tamaño medio de carácter provincial, aunque no todo el solar debió estar edificado por lo escarpado de algunas zonas que imposibilita la edificación. Pero esa imagen pintoresca de las casas encaramadas sobre la montaña debió sin duda alguna ser superado por la admiración que despertaría su monumentalidad, y es que la ciudad estaba diseñada para ello, al menos desde que Augusto, quien decidiera promocionar las ciudades hispanas y nuestra Bilbilis entre ellas.

La ciudad contaría con dos únicos accesos ya que la orografía no permite más, el principal que arrancaría desde las proximidades del actual cementerio de Calatayud cuyo trazado final se corresponde con el actual acceso al yacimiento y un segundo camino que transcurriría por el denominado Barranco de los Sillares. Los accesos se verían favorecidos por un puente mediante el que se atravesaría el río Jalón del que en la actualidad no queda resto alguno, tal vez situado en las proximidades de Torre de Anchis, de cuya existencia no hay que dudar, ya que no tendría sentido que una ciudad ubicada entre otras razones en función de su localización estratégica con respecto a las tierras circundantes, se viera mediatizada en su acceso por la falta de un puente sobre el Jalón.

Las primeras noticias que tenemos con toda seguridad de una «excavación» se remontan a D. Carlos Ram de Viu, Conde de Samitier, que entre 1.900 – 1.910 realizó una serie de trabajos en puntos indeterminados de Bilbilis. Fruto de ello y de otras muchas excavaciones realizadas en la comarca, nació una colección privada muy mermada por el paso del tiempo que tras su muerte, y después de una serie de vicisitudes negativas, una mínima parte se integraría en el Museo Municipal de Calatayud, mientras el resto sería diseminada por sus herederos, llegando finalmente un pequeño lote al Museo Provincial de Zaragoza.

Si bien los resultado de las excavaciones del Conde de Samitier fueron más bien escasos, de particular relevancia fueron los sondeos efectuados por Narciso Sentenach en 1.917. Pese a que estos trabajos fueron muy limitados en su duración, se pudo determinar la zona de Santa Bárbara como el lugar de ubicación del templo. Igualmente se excavó en la zona del teatro y en otros sectores de la ciudad, muralla y accesos, lo que le permitió establecer una serie de descripciones, algunas de ellas algo fantasiosas, de la organización de la ciudad, plasmadas posteriormente en un plano con grandes imprecisiones a la hora de ubicar en el terreno los principales edificios de la ciudad, así como el trazado de sus murallas.

A lo largo de 1.933, Adolfo Schulten, junto al general Lammerer, efectuaron una serie de exploraciones, tal vez pequeños sondeos, de los que no quedó constancia, limitándose a una interpretación visual de los restos que afloraban por todo el yacimiento y a la repetición de los tópicos ya conocidos, mencionando un plano hoy perdido, sin que nos haya quedado documentación de las estructuras por él excavadas. Buena parte del tiempo que estuvo en la comarca, lo dedicó a la recogida de materiales arqueológicos, destacando los numismáticos, hoy en paradero desconocido.

La fase moderna de las excavaciones comenzó en 1.971 con los trabajos de Manuel Martín-Bueno, que fueron precedidos por una campaña sistemáticas de prospecciones iniciadas en 1965. Los trabajos han perdurado de casi sin interrupción hasta hoy en día, pudiéndose establecer tres fases o épocas de trabajo según el tipo de investigación realizada.

∗ Primera fase (1.971 – 1.975). Tenía como objeto determinar, mediante una amplia serie de sondeos, la situación del foro, así como delimitar en todo lo posible el mayor número de estructuras publicas y privadas, al igual que su estado de conservación. En estos primeros sondeos se localizaron y delimitaron las excavaciones y sondeos realizados a principios del presente siglo.

∗ Segunda fase (1.976 – 1.989). Se puso al descubierto la práctica totalidad de la zona monumental del foro y zona oriental del teatro, un conjunto termal, ninfeo, varias estructuras privadas, realizándose paralelamente una importante labor de consolidación y posterior cubrimiento de alguno de los edificios.

∗ Tercera fase (1.996 – 2.004). Los trabajos se están centraron en los sectores urbanos de carácter privado de la ciudad, poniendo al descubierto varias insulas en las proximidades de las termas. De la misma manera, en el 2.002 se inició la excavación de un gran edificio público, dispuesto en sucesivas terrazas, de difícil identificación hasta el momento.

De la primitiva ciudad indígena sabemos muy poco. Nacida como heredera de una ciudad indígena, Bilbilis era capital de los lusones aunque la escasez de restos de la ciudad anterior bajo el suelo del mvnicipivm augusteo ha hecho dudar de la continuación de emplazamiento o pensar en una transdvctio por el momento difícilmente demostrable.

Conocemos de forma vaga que el emplazamiento indígena existente en el lugar, hoy muy transformado y alterado por las obras posteriores de época augustea, debió situarse en las alturas del cerro de Bámbola y parte del de San Paterno, como parece desprenderse de los materiales preaugusteos aparecidos en los niveles inferiores de la muralla, extendiéndose parte del primitivo asentamiento por la zona central de la ciudad romana, transformada totalmente después de constituirse como municipio romano tras la reforma augustea, teoría que parece confirmarse con la aparición de estructuras fechadas en los siglos II y I a.C. bajo las domus excavadas en el denominado Barrio de las Termas.

Hemos de considerar que la ciudad ya tenía desde antiguo una larga tradición de contacto con Roma por haber sido testigo y partícipe primero de las Guerras Celtibéricas, momento en el que debió de caer bajo la influencia romana, convirtiéndose en punto de apoyo para la toma de Numancia en el 133 a.C. y posteriormente de las Guerras Sertorianas, al mencionar las fuentes antiguas su toma por Sertorio en torno al 77 a.C. por lo que se puede intuir que en esos momentos era una ciudad "adicta" a la administración oficial. Posteriormente, las mismas fuentes mencionan cómo en sus inmediaciones entablaron combate Sertorio y Metelo en el 74 a.C. siendo derrotado el primero, lo que supuso la "normalización" de la zona según Apicio.

Este precoz contacto con Roma debió facilitar notablemente la gradual adaptación a las costumbres, cultura y elementos materiales del mundo romano, lo que posibilitó que se viese como algo normal la gran reforma urbana realizada en la primera mitad del s. I d.C., fruto de la cual son el foro y el teatro y que supuso que la ciudad alcanzase su máximo esplendor, manteniéndose cierto vigor a lo largo de todo el siglo tras retomarse las reformas, o finalizar las anteriores, en época flavia, tanto en los edificios públicos como en los privados.

Durante el s. II d.C., las sucesivas excavaciones realizadas han permitido constatar como se mantiene el auge de la ciudad, especialmente en su primera mitad, en la que se han documentado diversas obras en época de Trajano. A finales de siglo se aprecia un cierto decaimiento que se acentuará notablemente en el s. III, sin que se pueda explicar este hecho por la llegada de algún núcleo invasor, ya que hasta el momento, en ninguno de los sectores excavados de la ciudad, se ha constatado una destrucción violenta de la ciudad, por lo que nos encontramos más bien en un abandono gradual y pacífico condicionado por la crisis económica y social generalizada en la Península.

Actualmente las excavaciones no han podido resolver el problema de la ciudad en época tardía, aunque parece mantenerse cierto poblamiento residual durante los siglos IV – V, como parece atestiguado por el intercambio de correspondencia entre Ausonio y Paulino de Nola, así como por la presencia de un pequeño lote de sigillatas tardías. Esta población tardía parece concentrarse en torno al foro y el teatro, compartimentando y amortizando sus estructuras.

Posteriormente hay un abandono generalizado de la ciudad hasta que en un momento impreciso de la Edad Media, s. XII o XIII se produce un limitada reocupación del solar, según lo atestigua la necrópolis medieval excavada en la zona baja del oro, sin que ésta alcanzase gran importancia.

Posteriormente la ciudad, desde el s. XVI, se convierte en una gran cantera de extracción de material para la pujante Calatayud. Se desmontaron sus edificios más monumentales como el foro y el teatro, levantándose con su piedra la Iglesia de San Juan el Real, El Seminario de Nobles, El Colegio de los Jesuitas, etc. incluso en 1.877 su piedra sirvió para la construcción de la actual plaza de toros.


EL FORO

La ciudad como consecuencia de su nueva condición jurídica acomete una gran obra de modificación estructural que va a convertir aquel núcleo provinciano en un fiel exponente de las nuevas ideas que trae la administración romana.

El foro bilbilitano se edifica arrasando una zona de viviendas de época cesariana, y tal vez otros monumentos anteriores, de las que se hallaron restos de estructuras, materiales varios y restos pictóricos. Se planifica de una sola vez la construcción de un gran centro monumental compuesto por forvm con plaza (48,64 m. de longitud por 44,88 m. de anchura, incluyendo en estas dimensiones sus pórticos laterales), templo dominándola y dos pórticos, convirtiéndose uno de los lados del pórtico en basílica. En el opuesto un gran basamento al final del pórtico puede suponer la existencia de una curia. La comunicación de la plaza con el templo, seguramente exástilo, se realiza mediante una monumental escalera que salva el pórtico inferior sobre la misma plaza.

Como elementos complementarios basas de estatuas, seguramente de la familia imperial por los retratos, inscripciones; una de culto imperial conmemorativa de la construcción del foro y su posible finalización en época de Tiberio.

El hallazgo de cospeles sin acuñar induce a localizar la ceca en el mismo foro en uno de sus laterales. No conviene olvidar que la ciudad acuña una importante cantidad de monedas en los reinados de Augusto, Tiberio y Calígula que sirve para promocionar su condición municipal al mismo tiempo que para abastecer el circuito económico creado con la eclosión ciudadana y para subvenir a las necesidades económicas de la zona.

El emplazamiento y monumentalidad del foro, algo desproporcionado y alejado de los cánones vitruvianos, parece responder a algo más. Bilbilis deseaba, y sus ciudadanos con ella, alcanzar una promoción importante, darse a conocer a la comarca, ser vista por las gentes que transitaban por la via Augusta Emerita. Para ello la planificación de su edificación fue cuidadosamente estudiada, los volúmenes, la implantación sobre el terreno, sus dimensiones y riqueza, la distribución de sus elementos. Todo ello proclama al unísono su filiación romana decidida, su reflejo de lo que hay más allá, la capital del conventus, de la provincia y la propia Roma de la que sienten verdaderamente partícipes con todas sus energías y con el apoyo de la economía de sus elites locales que apoyaron la empresa con decisión.


EL TEATRO

El teatro forma un todo único con el foro al que está vinculado por una serie de pórticos y pasillos de comunicación. Se hace evidente que el arquitecto diseñó el conjunto de forma unitaria pensando en dotar a la ciudad de un gran complejo central que presidiera todas las actividades ciudadanas. La teatralidad arquitectónica, la escenografía que se consigue con ambos monumentos, está muy acorde con la finalidad propagandística que perseguía.

Por otra parte, el teatro bilbilitano hay que concebirlo como un edificio de espectáculos con carácter comarcal, ya que su capacidad, cercana a los 4.500 espectadores, excede con mucho las necesidades de la pequeña ciudad calculada en unos 3.000 ó 3.500 habitantes.

El teatro bilbilitano, de grandes proporciones, edificado en dos fases, una de ellas de forma inmediata al comienzo de construcción del foro, presenta una escena de dos pisos con capiteles corintios en ambos, y tres valvae. Su posición aprovechando una vaguada, permite apoyar directamente su graderío en el terreno natural lo que facilita su construcción y explica sus dimensiones poco canónicas de 210º de desarrollo al tener que adaptarlo a los pórticos occidentales del foro, siendo su diámetro orquestal de 20 m., con un diámetro de cavea de algo mas de 73 m. que se ampliará hasta los 78 m. si incluimos el desarrollo exterior de la crypta hasta su fachada exterior conocida en gran parte por las excavaciones más recientes.

La existencia de un sacellum en la parte superior central de la summa cavea le confiere un valor añadido importante, siendo sus dimensiones de 11'5 m. por 7'5 m. con una peristasis de seis columnas en los lados largos y de cuatro en los cortos. Esta edificación sigue el modelo del teatro de Pompeyo en Roma. La aparición de restos de escultura atribuidos a Livia, permiten pensar en un repertorio iconográfico vinculado a la dinastía julio-claudia, por lo menos dedicado al culto imperial de esta emperatriz, del que conocemos otros casos como los de Leptis Magna (Libia) o Herculano.


LAS TERMAS

Las termas bilbilitanas son otro de los elementos de atracción de la ciudad. En la actualidad cubiertas de las inclemencias del tiempo por una cubierta de estructura metálica y techo de plástico transparente, se presentan con toda rotundidad en la parte media alta de la ciudad. Asentadas en una ladera y rodeadas por varias cisternas que las abastecían de agua, junto con los canales de desagüe, las vulgares cloacas, con las que estaban dotadas, conservan la totalidad de sus estancias principales.

Este conjunto, también de época imperial temprana, tuvo al menos tres fases de utilización. Las dos primeras dentro del siglo I d.C. al quedar pronto insuficiente la edificación original. Ello originó que las estancias se ampliasen en espacio y que se debiera modificar el recorrido y parte de las instalaciones de calefacción y agua caliente. Estaban decoradas con conjuntos pictóricos de gran calidad, realizados como sabemos por un equipo de pictores itálicos que recorrieron varios lugares del Valle del Ebro, Bilbilis, Arcóbriga, etc. para luego pasar a la Meseta, dejando huella de su paso en conjuntos excelentes, de los que destacan los de Bilbilis tanto por la variedad de sus composiciones como por los materiales empleados.

Las salas de estas termas con su abastecimiento de agua y calefacción, sus lugares para dejar la ropa y las pertenencias personales, las piscinas de agua caliente y fría, una schola labrum junto al caldarium, letrinas y otras dependencias, nos dejan traslucir las comodidades con que los provinciales supieron dotar de inmediato a sus localidades, así como la capacidad económica para llevar a cabo el esfuerzo.


LAS VIVIENDAS

Las casas bilbilitanas se encaraman en un escenario natural sin parangón. La topografía del terreno parece hecha a medida de la ciudad. Las dificultades con que sin duda se encontraron los bilbilitanos se resolvieron con la pragmática eficacia de la ingeniería y la arquitectura romana. Terrazas que configuran el terreno con arreglo a las necesidades impuestas por la planificación urbana, soportan las construcciones públicas y privadas. La comunicación entre ellas mediante calles empinadas, rampas o escaleras en los puntos necesarios. Todo ello da una planificación pintoresca y de cierto abigarramiento que contrasta con las ciudades reticulares clásicas, no obstante no nos engañemos. Estamos ante una ciudad a la romana, con sus espacios hábilmente distribuidos, con sus servicios, abastecimiento de aguas, cloacas, murallas, plazas, fuentes, edificios públicos y privados. Una gran urbe en pequeño para servir de espejo a unos ciudadanos que desean fervientemente ser romanos.

Las viviendas son de una tipología variada. Las hay clásicas siguiendo la tradición de la casa helenística con patio, tal es el caso de las excavadas en la zona central de la ciudad (Casa del Ninfeo, C.II) y las hay más simples, como consecuencia de su adaptación al terreno (Casa de las Escalaras, Casa de la Fortuna). No son infrecuentes las viviendas escalonadas, aprovechando los desniveles de terrazas contiguas, así como las viviendas con huertos en las que se cultivarían parte de las hortalizas y frutas necesarias para el consumo propio y una reducida comercialización.

El conjunto más completo de cuantos se pueden encontrar en Bilbilis es el correspondiente al denominado Barrio de las Termas, en vías de excavación desde 1.996. Corresponde a una insula de cuatro domus en disposición en terrazas con un frente de tabernas en la zona inferior, identificándose una de ellas como una popina. Las domus presentan planta itálica con atrio, destacando la riqueza de los conjuntos pictóricos recuperados en el transcurso de las excavaciones.

Las dependencias artesanales se situaban en las cercanías del foro, a espaldas de éste, habiéndose documentado la producción de algunos elementos como piezas metálicas, vidrios, textiles, etc. junto con otros que citan las fuentes y que tendrían su punto de producción o comercialización en la propia ciudad, habiéndose localizado en las últimas campaña de excavación moldes de lucernas que amplían el carácter productivo de la ciudad.

En las inmediaciones de la Bilbilis se ubicarían las explotaciones agrícolas a las orillas del Jalón y Ribota, mencionadas por los clásicos y especialmente por su ciudadano de excepción Marcial, cuyos últimos años pasó en la tranquilidad de aquella vega fértil y abundante de su ciudad no sin quejarse del exceso de calma que sufría una mente ágil acostumbrada a los tráfagos y emociones de la vida capitalina.


LAS MURALLAS

El trazado y aspecto de las murallas que pueden contemplarse actualmente debió iniciarse con antelación a la presencia romana, hacia el s. II a.C., con menos ambiciones monumentales, pero con la clara intencionalidad de albergar gentes y propiedades, recorriendo la práctica totalidad del cerro Bámbola, si bien su parte oriental sería desmontada en época de Augusto ante el crecimiento y desarrollo de la nueva ciudad.

Un recinto amurallado de la extensión del que alcanzó el de Bilbilis que llegó a encerrar unas treinta hectáreas de terreno, muestra con claridad la importancia y la capacidad económica de sus habitantes. Nos encontramos con un recinto construido más que para proteger a la ciudad para delimitarla y dotarla de prestigio, ya que en la antigüedad su presencia o no era una de los factores claves a la hora de considerar a una ciudad como tal.

Su construcción, todavía visible en muchos de sus puntos, se adapta cuidadosamente al terreno. En su trazado quebrado en el que se alternaban los baluartes y las torres de apoyo con función de vigilancia y defensa, en una de las cuales se localizó un enterramiento ritual, se ubicaban dos puertas: una en las inmediaciones del teatro con el que se reforzaba el carácter escenográfico de este conjunto monumental, y la otra en la parte baja de la ciudad junto a la vega del río Jalón, cuando comienza el conocido actualmente Barranco de los Sillares. El recinto se completaba con una serie de puertas peatonales, sin descartar la presencia de poternas todavía sin identificar.

Bilbilis no necesitaba sus murallas pero la tradición y el prestigio imponían lo contrario. Sería digna de ver desde el acceso viario aquella imponente masa presidida por la fortificación perimetral, dentro de la que se apreciaban claramente los conjuntos públicos, que junto a su magnitud habían sido erigidos en los lugares preeminentes para que pudieran servir de ejemplo a los visitantes y de orgullo a sus habitantes, que con ello se convertían en excelentes propagandistas de Roma, en un claro exponente de la política urbanística propugnada por Augusto.


ABASTECIMIENTO DE AGUA: LAS CISTERNAS

La configuración geomorfológica de Bilbilis es determinante a la hora de establecer la infraestructura de abastecimiento de agua de la ciudad. Hoy por hoy parece descartado la existencia de un acueducto, siendo las únicas soluciones posibles el aprovechamiento del agua de lluvia, el acarreo de agua con animales desde el río Jalón y, sobre todo, la explotación de las corrientes o acuíferos subterráneas mediante pozos y su posterior almacenamiento.

La solución empleada fue la utilizada en tantas otras ciudades romanas, la cisterna, de las que hasta el momento actual de la investigación conocemos sesenta y dos que presentan diversos tipos, siendo posible la construcción de alguna de ellas después de costosas obras de adaptación del terreno, presentando sólidos muros de opus caementicium, revestidos exteriormente de muros de sillarejo.

El municipium resolvió el problema del abastecimiento y distribución del agua mediante la ejecución de una tupida y compleja red de cisternas comunicadas entre sí mediante tuberías de plomo o cerámica, estableciéndose en algunos casos relaciones de vasos comunicantes. Se aprecia un plan preconcebido, de ahí la regularidad de la distancia entre ellas y la selección de las curvas de nivel donde construirlas, para así de este modo beneficiarse de la gravedad. Su ubicación en el yacimiento no parece arbitraria ya que su mayor densidad en unos sectores de la ciudad frente a otros, coincide con las zonas de mayor población, y por lo tanto con mayores necesidades, pudiéndose apreciar cómo cada una de ellas se encargaría del suministro de agua a un número concreto y determinado de viviendas.

Hasta época bien reciente, alguna de estas cisternas todavía almacenaba agua, como en el caso del denominado "aljibe de los moros" o "fuente del pastor", también conocida como "la fuente del maestro" por ser un punto tradicional de merienda durante las excursiones escolares. Su construcción en la zona de conexión de las laderas de los cerros de Bámbola y San Paterno la convertían en una pieza importante en la red de abastecimiento de la ciudad.

El elevado número de cisternas construidas generó una amplia variedad tipológica. Podemos encontrar desde las más simples de planta rectangular con cubierta plana o abovedada, hasta las más complejas con compartimentaciones internas de muros o simples columnas, asemejándose a grandes salas subterráneas, presentando otras varios pisos y alturas para facilitar de esta manera la decantación del agua y la deposición de los lodos, etc.

El resultado final es una serie de edificaciones de gran consistencia y solidez que han perdurado muchas de ellas hasta hoy en día en pie, al ser empleadas como meras casetas de aperos de los agricultores que explotaban los bancales o bien refugios para los pastores. Tal vez la cisterna mejor conservada de todas ellas es la que posteriormente se convirtió en ermita de San Paterno, patrono de Huérmeda, perfectamente visible desde esta localidad.

La ausencia de cisterna por encima de los 660 m. de altitud parece indicar la cota que alcanzó el urbanismo de la ciudad, reservándose el resto, como en el caso de la planicie (700 – 711 m.) situada en la cima del cerro de Bámbola, a recintos artesanales o viviendas marginales y estructuras vinculadas al recinto amurallado, asegurándose el agua mediante depósitos de agua procedentes de lluvia. En cambio, todo el vértice de la ladera de San Paterno, desde los 610 m. hasta los 650 m. aparece salpicada de cisternas, actualmente conocemos dieciocho, estando entre ellas las de mayor volumen de almacén de cuantas conocemos, lo que indica la densa trama urbana de esta zona de la ciudad que se extendía hasta el denominado Barranco de los Sillares que discurre hasta el río Jalón.

El resto de las cisternas se distribuían en torno a la zona central de la ciudad, adaptándose a las distintas curvas de nivel de la ladera occidental de Bámbola y la oriental de San Paterno, estableciéndose un complejo entramado que aseguraba la distribución del agua a viviendas, fuentes y ninfeos, evidenciándose que no están distribuidas arbitrariamente, ya que su mayor densidad en unos sectores de la ciudad frente a otros, parecen coincidir con las zonas de la ciudad más poblada, y, por lo tanto, con mayores necesidades. Se aprecia un plan preconcebido, de ahí la regularidad de la distancia entre ellas y la selección de las curvas de nivel donde construirlas, para así de este modo beneficiarse de la gravedad.