LUGARES ARQUEOLÓGICOS EN ESPAÑA

EL BEBEDERO

El yacimiento se encuentra en una hondonada protegida, excepto en su extremo Norte, por pequeñas elevaciones que la convierten en un lugar salvaguardado del viento y muy apto para el asentamiento humano. La hondonada natural que constituye El Bebedero debe posiblemente su nombre a un fenómeno de suma importancia en una isla como Lanzarote deficitaria en recursos hídricos; nos referimos al hecho de que las elevaciones que rodean y delimitan la hondonada recogen en sus vertientes el agua de lluvia que discurre hacia la zona baja, donde se deposita durante algún tiempo dando lugar a una «mareta» o pequeña laguna estacional, donde es posible su aprovechamiento por hombres y animales. Este fenómeno debió ser conocido y utilizado en su provecho por la población aborigen de Lanzarote, como lo evidencian la potente secuencia estratigráfica y los abundantes elementos materiales prenormandos allí localizados.

El yacimiento fue descubierto al realizarse en la zona obras de mejora agrícola consistentes en la puesta en cultivo de algunos terrenos que habían perdido fertilidad y precisaban la renovación de la tierra y del enarenado. Para llevar a cabo esto último, se extrajo tierra de El Bebedero, lugar donde se desconocía la existencia de restos arqueológicos; la operación produjo la apertura de un amplio corte, donde se evidenció una potente secuencia estratigráfica en la que los elementos arqueológicos eran muy frecuentes, destacando varios fragmentos de molinos circulares de basalto y abundantes fragmentos de cerámica.

En el contexto de la secuencia estratigráfica aportada por El Bebedero, se registró casi un centenar de fragmentos cerámicos modelados a torno pertenecientes a grandes contenedores anfóricos, varios artefactos metálicos elaborados en hierro, cobre y bronce, y un abalorio de vidrio. La posición estratigráfica que ocupaban esos elementos, la serie de dataciones C14, el estudio tipológico, además de las analíticas petrológica, metalográfica y vítrea permitieron asegurar su mayoritaria adscripción a la cultura romana, con unos límites temporales enmarcados entre finales de la República y comienzos del Bajo Imperio Romano, entre los siglos I a.C. y IV d.C. La intervención humana sobre el territorio propició la rápida degradación medioambiental del entorno del yacimiento, un proceso que se ralentizó con posterioridad hasta alcanzar el siglo XIV. El resultado más evidente de ese fenómeno fue la profunda destrucción de los suelos.