LUGARES ARQUEOLÓGICOS EN ESPAÑA

BASÍLICA TARDO-ROMANA

Los restos arquitectónicos que perduran de este edificio responden al modelo de las basílicas norteafricanas de planta rectangular, de tres naves, de las que la central era más ancha y alta que las laterales, separadas por columnas de las que no se recuperó vestigio alguno. Su importancia radica en que se trata de uno de los escasos testimonios de recintos basilicales en el extremo occidental norteafricano. Fernández Sotelo señala dos fases constructivas.

La primera forma un rectángulo de 18,40 m por 11,5 m. Cuando la cimentación estaba dispuesta para recibir el alzado de los muros, los constructores ampliaron el edificio por el Este y el Norte, añadiendo el ábside en este momento. Está orientado hacia el sur lo que la sitúa fuera de la tipología simbólica de la orientación de las iglesias del momento.

La interpretación del monumento es compleja. La ausencia de pavimentos, de enlucidos en los muros y de algunos elementos esenciales para el culto, el hecho de que los muros que cierran el recinto al norte no parecen haber sido terminados unido a la proliferación de tumbas a distintas alturas han llevado a Fernández Sotelo a pensar que los restos conservados pertenecen a un monumento inacabado. Sotomayor ha insistido en esta cuestión destacando su uso exclusivamente como necrópolis en la última fase del edificio. Plantea la hipótesis de la presencia de una mártir, sepultada en la zona del ábside, que habría provocado el deseo de la comunidad cristiana de Ceuta de enterrarse cerca de ella (sepulturas ad sanctos). Algunos investigadores, sin embargo, han propuesto su identificación con la iglesia dedicada a la Madre de Dios por Justiniano en el siglo VI lo cual implicaría su uso como templo en tanto que otros señalan que nos encontramos simplemente ante una necrópolis de planta basilical concebida como tal desde el primer momento.

Época: siglos I – VII d.C.