LUGARES ARQUEOLÓGICOS EN ESPAÑA

BAÑOS ROMANOS DE LA HEDIONDA

Dicen que aquí el diablo exhaló su último aliento cuando fue expulsado por Santiago. Esta es una de las leyendas que el imaginario popular guarda para justificar el olor a azufre de las aguas.

Baños sulfurosos ferruginosos de origen romano y remodelación árabe. Consisten en un recinto balneario de forma cuadrada, de aproximadamente 6 metros de lado, con bóveda esférica de pechinas y dos bóvedas de cañón, a levante del mismo, todo bajo las aguas.

Remodelaciones posteriores, fruto de distintos niveles de caudal del venero, hacen que los árabes retoquen su estructura y la amplíen con muros y canalizaciones sacadas a la luz. Los baños se sitúan en el margen derecho del arroyo Albarrán. Los materiales empleados en su construcción son: hormigón de cal, piedras y dobles o triples hileras de ladrillos macizos.

Las leyendas atribuyen su origen al propio Julio César, cuando era pretor, que aliviando una enfermedad hérpetica en sus aguas mandó construirlos. Lo que sí es seguro es que en sus aguas se bañaron sus tropas a la espera de la confrontación con Pompeyo y encontraron alivio a las enfermedades de la piel.

Se daba la circunstancia que muchos de los hombres que formaban parte de las facciones de César padecían, en esos momentos, graves infecciones de sarna; un malestar que, para la época, no existía cura de alivio alguna. Esta incomodidad provocaba el impedimento para combatir a un rendimiento óptimo, tal y como se esperaba de ellos. Cuál fue la sorpresa cuando los hombres comprobaron que, tras bañarse en estas aguas cuyo olor era tan rancio como el que desprenden los "huevos podridos", sus picores mermaron de forma sorprendente. Habiendo comprobado el verdadero poder curativo de las aguas del río Manilva, el propio Julio César ordenó construir estas termas. Desgraciadamente, su rigor histórico habría que ponerlo, como mínimo, en tela de juicio.