LUGARES ARQUEOLÓGICOS EN ESPAÑA

ATEGUA

En plena campiña cordobesa, a 30 kilómetros de la capital, en la pedanía de Santa Cruz, se localiza Ategua, un yacimiento arqueológico ibero-romano por donde han pasado numerosas culturas desde el Calcolítico hasta la Edad Media. La ciudad fue conocida, sobre todo, por el relevante papel que desempeñó en la guerra civil entre Julio César y los hijos de Pompeyo, Cneo y Sexto, y fue conquistada por los cesarianos en 45 a.C.

Tras su caída, Ategua continuó siendo una urbe asociada a Córdoba, puesto que era una zona de control agrícola y de suministros para el resto del imperio por su cercanía con el río. Se abandonó y deshabitó en el siglo X, hasta que a finales del siglo XII se convirtió en un espacio fortificado perteneciente a la Cora de Qurtuba en la época islámica. Permaneció viva hasta la conquista cristiana en el siglo XIV. Una peste que asoló a la población fue quizá la causa de su abandono.

Junto al cortijo de los Castillejos de Teba se levantan las ruinas de Ategua, enclave que permanece prácticamente inexplorado, con solo un 5% de su superficie excavada.

Los perfiles más abruptos de la loma de Ategua son los del norte y el este; los más accesibles, el sur y el oeste, son también los más próximos al cauce del río, que discurre a menos de un kilómetro, pero aún en estos puntos existen afloramientos biocalcareníticos que sirven de protección al yacimiento.

La fase más antigua de ocupación se fecha en el siglo IX a.C., con la localización de cerámica y una necrópolis precolonial, de procedencia tartésica-turdetana.

El yacimiento conserva estructuras de las diversas épocas por las que ha atravesado, tales como la muralla ibero-romana, casas, cisternas y un edificio público romano, una fortaleza tardo-islámica y un zoco bajo medieval, en un claro ejemplo de superposición de ciudades históricas.

Los restos constructivos más antiguos que a día de hoy pueden observarse en Ategua pertenecen a la fortificación ibero romana, que defiende la totalidad de la cima de la loma y parte de las laderas. Por el lado suroeste, la muralla, edificada sobre un reborde biocalcarenítico, se ve complementada por otra línea de fortificación situada en la terraza inferior, que permanece enterrada y es la que defendía el poblado tartésico.

La muralla íbero romana puede rastrearse, tanto por la topografía del terreno como por las afloraciones aisladas de lienzos, en casi la totalidad del cerro. Por el lado oeste la construcción discurre aproximadamente por la cota 250 m.s.n.m.; en este sector, el de pendiente más pronunciada, es visible un tramo de lienzo de gran espesor y construido con mampuestos de gran tamaño. La muralla describe por el norte una trayectoria en progresivo ascenso, hasta alcanzar su cota máxima al este —alrededor de 290 m.s.n.m. —. La construcción de las murallas se realizó con piedra biocalcarenítica de la zona alineados en hileras horizontales. En las esquinas y en los cimientos se escogieron piedras de mayor tamaño, labradas como sillares. Las zonas bajas se adelantan en talud hacia el exterior de los muros que, por el contrario, son totalmente verticales al interior.

En algunos puntos de la ladera el afloramiento de biocalcarenita fue aprovechado como cantera, según se aprecia en las entalladuras aunque no es posible determinar la cronología de esta actividad.

En la ladera oeste se conserva uno de los puntos de abastecimiento de agua a la ciudad, la llamada Fuente de Teba. A día de hoy son visibles varias piscinas romanas construidas en opus caementicium revestidas con opus signignum que estarían relacionadas con el manantial de agua que allí surge. En la terraza superior se han documentado otras construcciones hidráulicas: se trata de cisternas ovaladas o de planta circular revestidas en opus signinum. Es muy posible que estas cisternas romanas pudieran haber sido reutilizadas hasta el período medieval o moderno, si bien, sólo serán las nuevas excavaciones las que permitirán confirmarlo.

Al Suroreste de la plataforma superior fueron excavadas en los años 80 del pasado siglo, varias casas romanas. Estas viviendas, con habitaciones pavimentadas con suelos de opus signinum, con suelos de tierra o con pavimentos de losas de piedra, contaban con espacios abiertos a modo de patios en los que, al menos en dos de ellas, se instalaron una cisterna de planta ovalada y un pozo de planta cuadrada. Dos de las viviendas se abrían a un decumano. La cronología de las casas no es clara. Es posible que fueran construidas durante el final del período republicano. Todas las viviendas se levantaron sobre edificaciones anteriores de las que desconocemos su funcionalidad y su cronología.

Destacan también los restos de un edificio público romano republicano situado al sur de la acrópolis. Del edificio permanecen las basas áticas y parte de los fustes lisos de cuatro de las columnas. Parte del edificio queda bajo la muralla islámica y bajo otras estructuras medievales incluso anteriores a la muralla, que han roto niveles arqueológicos más antiguos.

De las estructuras arquitectónicas pertenecientes a la Edad Media, destaca el recinto fortificado tardoislámico construido en la terraza superior, que parece haber reutilizado el recinto ibero-romano, aunque su superficie es de dimensiones sensiblemente más reducidas. Esta fortificación o ciudadela reaprovecha los lienzos de las muralla ibero-romana en el sector este, mientras que por los frentes Norte, Oeste y Sur se construyen nuevos lienzos cuya técnica constructiva contrasta con la de épocas precedentes.

Las excavaciones realizadas en los años ochenta del siglo XX sacaron a la luz los lienzos norte, sur y oeste de la muralla, defendida a intervalos regulares por un total de 10 torres. La técnica constructiva empleada para la construcción de los distintos lienzos es similar en todos ellos y consiste en el uso del mampuesto más o menos regular, trabado con mortero en las cimentaciones y zócalos y en el tapial de los alzados. Son dos las puertas que daban acceso a este recinto, una en el lienzo norte defendida por un baluarte en su lado oriental y un contrafuerte adelantado en el occidental. Esta puerta fue reforzada ya en época cristiana por una torre de planta octogonal. La torre dificultaba el acceso al interior del recinto al obligar que aquel fuera en recodo. La puerta Sur es de acceso directo y está flanqueada por dos torres de planta cuadrangular. Se ha constatado la existencia de construcciones (tal vez viviendas) en el interior del recinto fortificado. En el ángulo Noroccidental de esta fortaleza se construye un baluarte adelantado a la misma. En su interior, además de varias habitaciones pavimentadas en piedra, existía un recinto abierto con un pozo de agua. Este baluarte, defendido con dos torres en sus lados Norte y Sur, permitía la vigilancia de, entre otros caminos, la red viaria que comunicaba Córdoba con Granada.

Fuera de la muralla islámica se edificó, en momentos bajo medievales, un recinto comercial. Este mercado se sitúa en el ángulo suroeste exterior, en un tramo comprendido entre dos torres. Se organizar alrededor de una plaza de forma rectangular con enlosado de lajas irregulares, a la que se abren una serie de habitáculos —seguramente tiendas— regularmente distribuidas. El eje de la plaza está perfectamente marcado, y su punto central algo rehundido para permitir la evacuación de las aguas de lluvia. Varias losas horadadas podrían indicarnos que sostenían los postes de sujeción de un entoldado.