LUGARES ARQUEOLÓGICOS EN ESPAÑA

AKRA LEUKE

El área alrededor de Alicante ha estado habitada por más de 7.000 años, con las primeras tribus de cazadores recolectores que se desplazan gradualmente desde Europa Central entre 5.000 y 3.000 a.C. Algunos de los primeros asentamientos se hicieron en las laderas del Monte Benacantil. Para el año 1.000 a.C., los comerciantes griegos y fenicios habían comenzado a visitar la costa este de España, estableciendo pequeños puertos comerciales e introduciendo a las tribus ibéricas nativas al alfabeto, el hierro y la rueda de alfarería. En el siglo III a.C., los ejércitos rivales de Cartago y Roma comenzaron a invadir y luchar por el control de la Península Ibérica. El general cartaginés Hamilcar Barca estableció el asentamiento fortificado de Akra Leuka (que significa "Montaña Blanca" o "Punta Blanca"), donde se encuentra Alicante hoy. Aunque los cartagineses conquistaron gran parte de la tierra alrededor de Alicante, los romanos finalmente gobernarían Hispania Tarraconensis durante más de 700 años. En el siglo V d.C., Roma estaba en decadencia y la ciudad romana antecesora de Alicante, conocida como Lucentum, estaba más o menos bajo el control del señor de la guerra visigodo Theudimer.

El Tossal de Manises es el solar de la ciudad romana de Lucentum, desarrollada con probabilidad a partir de un asentamiento ibérico situado en la cima. Se localiza en la parte superior de una elevación (tossal) junto al mar, que alcanza los 38 metros de altura, en el barrio de La Albufereta.

Es una de las pocas ciudades romanas de la Comunidad Valenciana conocidas con profundidad. En la actualidad conserva íntegra toda la superficie urbana (alrededor de 25.000 m²), encorsetada por una muralla cuyo perímetro mide unos 600 metros aproximadamente.

Los orígenes del asentamiento en el cerro se remontan, por los materiales hallados, a finales del siglo V o inicios del siglo IV a.C. aunque conozcamos poco esta primera fase de ocupación, vinculada dudosamente sólo a escasos vestigios arquitectónicos. El panorama cambia radicalmente en el último tercio del siglo III a.C., momento en el que se data la construcción de una potente fortificación que rodea por completo el yacimiento, dotada de torres y, en algunos tramos, un antemural, que modificará para siempre la faz del yacimiento, determinando las posteriores construcciones y fijando el perímetro de la ciudad posterior.

Destruida esta primera fase urbana a finales de la Segunda Guerra Púnica, en torno al año 200 a.C., el Tossal vivirá un largo período de abandono y dejadez, que comenzará a cambiar a finales del siglo II a.C., cuando se evidencia un nuevo episodio constructivo en el que se reedificarán las murallas, forrando las existentes y erigiendo nuevas torres forradas con sillares, completando el sistema defensivo con la reestructuración del acceso por el lado oriental, el de tierra, en el que se construirá una nueva puerta defendida por una gran torre y por un bastión de grandes dimensiones situado en el extremo sureste del yacimiento.

A partir de mediados del siglo I a.C. se inicia una importante intervención edilicia en la que se reestructurará todo el viario urbano. Durante el mandato de Augusto, la ciudad adquirirá el rango de municipium, por el cual pasará a gobernarse autónomamente con magistraturas e instituciones netamente romanas, siendo entonces cuando se atestigua histórica y epigráficamente el nombre de Lucentum. La ciudad presentará durante finales del siglo I a.C. y todo el siglo I d.C. un período de cierto esplendor, inaugurado con la construcción del foro, dos espacios termales públicos, una nueva puerta de acceso al enclave, sistema de alcantarillado y al menos un templo, según la epigrafía, así como por la extensión de la ciudad que rebasará los límites originales establecidos por las murallas.

A finales del siglo I d.C. comienzan a hacerse patentes los signos de la decadencia de la ciudad, iniciándose un período que culminará con el abandono definitivo y la desaparición de la ciudad en el siglo III d.C., obedeciendo este proceso a razones económicas internas y de dinámica regional. Tras un nuevo período de frecuentación esporádica, en el que el yacimiento se convierte en una cantera de materiales para los construcciones de los alrededores de la antigua ciudad, el solar del yacimiento será ocupado, esta vez como espacio funerario, entre los siglos VIII y X d.C., momento en el que asistiremos a la creación de una maqbara (cementerio) caracterizada plenamente por la implantación del rito funerario islámico.